En una ocasión, tenía dificultades con uno de mis brazos, pues, me dolía y no podía moverlo con libertad. El dolor aumentó al punto de no poder levantarlo por encima del hombro. Me había apoyado en la Ciencia Cristiana para sanar durante varios años, así que era natural para mí recurrir a ella en este caso.
Durante esa época, nuestra iglesia había estado hablando sobre la posibilidad de mudarnos a un lugar más público, pero había distintas opiniones al respecto. Yo estaba preocupada porque me parecía una falta de progreso.
Al orar, tanto por el problema del brazo como por la situación de la iglesia, y estudiar la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy, estaba aprendiendo más acerca de la sustancia de Dios como Espíritu infinito y que el Espíritu constituye la ley y la estructura de toda la creación de Dios. Un pasaje de la Biblia me ayudó a comprender esta estructura espiritual: también me ayudó a ver que esta comprensión es esencial para el gobierno adecuado tanto de una iglesia como del cuerpo. Al hablar de la Iglesia como el cuerpo de Cristo, el escritor de Efesios nos dice que el Cristo “hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor” (4:16, NTV).
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