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Original Web

Se invierten los efectos de un accidente

Del número de mayo de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 7 de marzo de 2019 como original para la Web.


Cuando mi hijo menor vino de visita a casa la última Navidad, él necesitaba una silla de oficina para usar en su cuarto. Teníamos una en la buhardilla encima de nuestro garaje, pero cuando mi esposo me la estaba pasando desde la parte de arriba de la escalera, la pesada silla se me cayó en la cara. De inmediato sentí un dolor fuertísimo en la frente y en la nariz. Al sentir que se me había empezado a hinchar la cara, temí que se me hubiera quebrado la nariz.

Mi esposo se disculpó mucho y estaba preocupado por mí. Pero en unos pocos segundos me vino un pensamiento: “Yo estoy aquí; no tengas miedo”. Era un recordatorio de que Dios está siempre presente, cuidando de Su amada hija, y esto me consoló y me tranquilizó.

En lugar de aceptar lo que los sentidos materiales estaban diciendo, necesitaba ver esta situación desde una perspectiva espiritual. Recordé una declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (pág. 424).

Estas ideas me estaban indicando que debía refutar la creencia de que pudiera haber alguna situación en el reino de Dios que no estuviera planeada o bajo control, y que resultara en una desgracia o sufrimiento. Me estaban guiando para que obtuviera una comprensión más clara de que en realidad, siempre estoy gobernada por Dios, la Mente divina, y que el resultado debe ser la armonía.

Muy pronto perdoné a mi esposo, sabiendo que por ser hijo de Dios, él no había cometido ninguna falta y era inocente. El dolor estaba desapareciendo, y pronto sentí que podía entrar en la casa, mientras reconocía que Dios estaba cuidando de todas mis necesidades.

Cuando mi hijo se enteró de lo ocurrido y vio la lesión de mi cara, expresó su preocupación de que podía tener una contusión. Era casi hora de irnos a dormir, y él sintió que yo debía despertarme cada dos horas durante la noche para asegurarme de que estaba alerta y normal. Aprecié esto, ya que sabía que era su forma de expresarme amor y cuidar de mí. Pero le aseguré que me sentía mejor y sabía que estaría a salvo y cuidada durante la noche.

Al prepararme para irme a la cama, me negué a mirarme en el espejo. Quería mantener mi pensamiento en mi verdadero ser espiritual como expresión de Dios, siempre completa, perfecta e impecable. Me vino un reconfortante versículo de la Biblia: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10). Me sentía tranquila, y confiaba en que Dios siempre me mantenía a salvo y me cuidaría durante toda la noche.

Descansé con mucha paz y me desperté sintiéndome renovada y rodeada por el amor de Dios. Sabía que tendría un día maravilloso lleno de actividades planeadas con mi hijo. Cuando me miré en el espejo para prepararme aquella mañana, vi que toda evidencia del incidente de la noche anterior había desaparecido. Con un corazón lleno de gratitud, comencé a cantar un versículo del Himno 123 del Himnario de la Ciencia Cristiana:

Y si duras pruebas te hacen padecer, 
mediante Mi gracia las has de vencer; 
no daña la llama, crisol ideal,
consume la escoria, refina el metal. 
(Adaptación © CSBD)

Para mí, este versículo es una promesa de que nuestro Padre-Madre Dios siempre nos mantendrá libres de peligro. Nuestro trabajo consiste en continuar apoyándonos en Él.

Deborah Wright
Alma, Michigan, EE.UU.

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