Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Sana del hábito de fumar

Del número de mayo de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de marzo de 2019 como original para la Web.


Desde pequeña me sentía insatisfecha. Era como que algo me faltaba, como si tuviera un vacío interior, y andaba en la búsqueda de llenarlo. Debo decir que mi familia me daba mucho afecto, y aunque éramos de condición humilde, no me faltaba nada de lo que necesitaba. Sin embargo, esa sensación de sentirme incompleta se agudizó después que a los dieciséis años rompí mi compromiso con un hombre con quien planeaba casarme. Siempre que me sentía triste o sola, fumaba un cigarrillo.

Al año siguiente, me casé con otra persona, y después que él nos abandonó a mí y a nuestra hija recién nacida, lo que era un cigarrillo de vez en cuando, se transformó en un hábito compulsivo. Tenía el constante deseo de fumar; había elegido al cigarrillo como compañero. 

Cuando mi madre sufrió de un grave desorden mental, fue que conocí la Ciencia Cristiana. El amoroso tratamiento que recibió de una practicista de esta Ciencia restauró su salud. Al ver su curación, comencé a estudiar la Ciencia Cristiana y aprendí que Dios es nuestro Padre-Madre, y Progenitor del todo bueno y amoroso, quien no nos condena. 

Esta nueva comprensión de Dios, quien conoce todas nuestras necesidades y las satisface, me abrió el pensamiento, y progresé en todo aspecto de mi vida. Conocí a un hombre moral, amoroso y gentil que me apoyaba y era verdaderamente un compañero. También trataba a mi pequeña hija con afecto. Nos casamos, y pude terminar mis estudios y recibí un amplio reconocimiento en mi carrera profesional. Me apoyaba en la comprensión espiritual que había obtenido en la Ciencia Cristiana para sanar todo tipo de desafíos, y me esforzaba por ser una buena cristiana. 

No obstante, por más que oraba, no podía dejar de fumar. A pesar de eso nunca perdí la fe de que Dios respondería mis oraciones, y en mi corazón continuaba esperando la libertad que hacía tanto tiempo anhelaba. La Biblia dice: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). 

Con el tiempo, fui miembro fundador de una Sociedad de la Ciencia Cristiana en mi ciudad, y desempeñé varias funciones con mucha dedicación. No obstante, aún sentía que había un vacío en mi vida, y el cigarrillo continuaba siendo mi compañero. 

El punto decisivo fue cuando conocí a una practicista de la Ciencia Cristiana que sería mi Maestra de esta Ciencia. Le conté mi larga lucha por dejar de fumar. En aquella época yo era viuda. Mi segundo esposo había fallecido, y yo nuevamente me sentía sola y desolada, dado que él había partido de este mundo luego de años de enfermedad mental. La practicista sabía de mi sincero deseo de liberarme de la adicción al tabaco y de mis persistentes oraciones para adquirir mayor entendimiento espiritual, por lo que me aceptó en su clase Primaria de la Ciencia Cristiana. También fui admitida como miembro de La Iglesia Madre en Boston. ¡Fue para mí una alegría muy grande! 

Durante la clase finalmente comprendí lo que significa tener un solo Dios y cumplir el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). No tenía más deseos de fumar, dado que el cigarrillo ya no era un dios para mí. Sabía que había fumado mi último cigarrillo. Estaba tan segura de esto que al día siguiente les conté a mi maestra y a mis compañeros que había sido sanada del hábito de fumar. Y así fue.

Aunque siempre he tratado de mejorar y desarrollar más mis talentos, ahora no lo hago para llenar un vacío existencial. Ahora tengo una mejor comprensión de mi identidad espiritual, y mi inherente compleción, como hija de Dios. Sé, como hizo el Apóstol Pablo, que “en él vivimos, y nos movemos, y somos”. Al estar consciente de la existencia espiritual, el vacío interior que había sentido por tanto tiempo desapareció. Fue muy claro para mí que el Amor divino es mi único compañero real, y el Amor llena todo espacio y nos satisface.   

No me canso de hablar acerca de la experiencia de la clase de la Ciencia Cristiana. Fue un paso esencial en mi progreso espiritual y cambió mi vida. Me enseñó no solo a orar por mí misma, sino a orar por los demás; a sembrar las semillas del Amor (véase Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 180). Dios es Amor, y cada uno de nosotros refleja el amor de Dios, por medio del cual bendecimos y somos bendecidos.

El Amor divino me ha colmado de muchas bendiciones, incluso con compañía humana, pues, me volví a casar, esta vez con un hombre que no solo valora la Ciencia Cristiana, sino que me acompaña a los servicios religiosos y a las actividades de la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, de la que soy miembro actualmente.

El escritor del Salmo 119, reflexiona sobre su vida y da gratitud a Dios, al decir: “Bien has hecho con tu siervo, oh Señor, conforme a tu palabra” (versículo 65, LBLA). Yo puedo cantar la misma canción de gratitud.

Silvia Inés De Virgilio
Buenos Aires, Argentina

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 2019

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.