Cada día brinda oportunidades para alcanzar una mejor comprensión del bien espiritual. Las experiencias diarias, incluso las difíciles, son trampolines potenciales para el crecimiento espiritual, para lograr un sentido más pleno de que Dios es universalmente amoroso, y para encontrar renovadas ocasiones de aprender cuán práctico es confiar en Dios.
El sentido espiritual —la consciencia creada por Dios que capacita a todos para discernir el Espíritu y el hecho de que somos el reflejo del Espíritu, nuestro Padre divino— desarrolla la confianza en el bien. Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El sentido espiritual es una capacidad consciente y constante de comprender a Dios” (pág. 209). A medida que cultivamos nuestra consciencia espiritual por medio del deseo sincero de conocer mejor a Dios, progresamos, algo que posiblemente haya parecido imposible al considerarlo anteriormente partiendo del punto de vista de la percepción y las perspectivas humanas ordinarias.
Puesto que todos somos en realidad la semejanza espiritual de Dios, el reconocer en oración este hecho, inevitablemente mejora nuestro carácter y nuestra vida. Nuestros corazones se vuelven receptivos a las experiencias que demuestran la provisión y el cuidado infinitos de Dios. Hasta las circunstancias sencillas de todos los días pueden demostrarlo.
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