Quizás pocas palabras en el idioma español han sido tan mal interpretadas como la palabra manso, objeto de la tercera bienaventuranza de Cristo Jesús: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5).
Generalmente, se considera que manso significa débil. Sin embargo, las autorizadas enseñanzas de la Biblia y de la Ciencia Cristiana correlacionan la mansedumbre con la fortaleza invencible.
La Ciencia Cristiana enseña que dicha fortaleza es una manifestación, por medio del hombre, del poder infinito de Dios sobre todo error y discordancia; que es el resultado lógico de la comprensión espiritual que tiene el hombre de Dios, y de la unidad eterna del hombre con Él.