Un día, mi mejor amiga y una niña a la que su familia había adoptado temporalmente, vinieron a jugar a mi casa.
Estábamos jugando con mis muñecas, cuando me di cuenta de que la nueva niña jugaba un poco bruscamente con ellas. Y cuando se fue, había un caos en la sala de estar. Me sentí muy molesta porque ella no había arreglado el desorden que había hecho.
Pero luego recordé algo que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana: Todos somos hijos de Dios. Ser un hijo de Dios significa que todos somos realmente buenos y amorosos como nuestro Padre-Madre Dios, quien es bueno y es Amor.
Comencé a sentir que podía perdonar a la nueva niña, porque entendí que Dios creó a todos Sus hijos para que fueran amables y considerados. Sabía que podía amarla en lugar de estar enojada con ella.
Después de todo, fue un buen día, y aprendí que el perdón puede hacerme feliz. ¡Es fácil perdonar cuando sabes que todos los hijos de Dios son buenos!
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