Cuando leí en el Christian Science Monitor Daily del 6 de agosto, los comentarios introductorios sobre el legado de Toni Morrison, quien “dejó una marca indeleble en los Estados Unidos”, algo me sacudió. Hace poco descubrí que la palabra griega kharaktēr, de donde deriva la palabra carácter, significa “marca grabada” así como “instrumento para marcar”. Me di cuenta de qué manera este significado de carácter ciertamente se aplica a la impresión que dejó la vida de la Sra. Morrison en la humanidad, ya que ella no solo “profundizó con determinación” temas difíciles como el racismo y la ira, sino que lo hizo con empatía y la capacidad de ayudar a otros a ver su propia valía.
¿Qué saqué en conclusión de esa breve lectura? Que el carácter es importante.
Últimamente, he estado pensando mucho en qué es lo que realmente respalda el carácter. En parte porque quiero hacer mejor las cosas. Pero también porque en el aparente clima de desconfianza y rabia encendidas por la dura retórica y un punto de vista de “nosotros y ellos”, casi parecería como que la importancia del carácter, así como el carácter mismo, fuera relegado por la reacción.
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