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Original Web

Sana de enfermedad repentina

Del número de mayo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de diciembre de 2019 como original para la Web.


A principios del año pasado, mi esposo y yo salimos a caminar por la noche. Disfrutábamos hacer esto juntos todos los días y siempre recorríamos el mismo camino. Esta vez, pensamos que sería divertido acelerar el paso y tratar de llegar a casa más rápido. Cuando comenzamos a correr, noté un dolor agudo en la parte baja del abdomen, y empecé a caminar. Cuando estábamos como a la mitad de nuestra ruta regular, el dolor se estaba extendiendo a otras partes del cuerpo. 

Le dije a mi esposo que no me sentía bien. Yo estaba afirmando sencillas verdades espirituales para mí misma, entre ellas, que mi verdadero ser era espiritual y solo podía expresar armonía. Para cuando llegamos a casa, me era imposible pararme derecha y casi no lograba caminar, así que mi marido tuvo que ayudarme a entrar.

Al principio, como los síntomas eran tan intensos, estaba muy atemorizada. Trataba lo mejor que podía de mantener la calma, pero como no veía ningún progreso, dudaba de mi capacidad para sanar.

Llegué al piso de arriba con la ayuda de mi esposo, y me preguntó si quería que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí, ya que me resultaba difícil hablar debido al dolor. Yo quería realmente que él llamara a un practicista. Mientras permanecía allí, incapaz de moverme, yo sabía que mi consciencia no podía permanecer en ese estado de temor y angustia.

Me daba cuenta de que mi pensamiento tenía que elevarse por encima de la evidencia material hacia la comprensión espiritual de que existo en el reino de los cielos donde todo es bueno, y que me liberaría del dolor que sentía mediante la comprensión de que el reino del Amor divino era la única autoridad en mi vida.

 Cuando mi esposo se comunicó con la practicista, ella de inmediato declaró que yo estaba a salvo. Me dijo que moraba bajo la protección de Dios, dentro de la Nueva Jerusalén, a la que la Biblia se refiere como “la ciudad de mi Dios” (Apocalipsis 3:12). Por unos momentos oré para calmar mi pensamiento y poder comprender esta idea y su reino sobre la armonía eterna del hombre, incluida nuestra salud. Si bien al comienzo mi condición física no cambió, la paz que rodeaba mi pensamiento me permitió ser receptiva a la verdad acerca de Dios.

Decidí ser más abierta al hecho de que habito únicamente en el reino de los cielos, y revertir todo diagnóstico que yo parecía estar atribuyéndole a esa condición. Me concentré en este pasaje que se encuentra en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “La evidencia de los sentidos físicos a menudo revierte la Ciencia verdadera del ser, y crea así un reino de discordia, asignando poder aparente al pecado, la enfermedad y la muerte; pero las grandes verdades de la Vida, correctamente comprendidas, derrotan esta tríada de errores, contradicen sus falsos testigos y revelan el reino de los cielos, el verdadero reino de la armonía en la tierra” (pág. 122).

Para experimentar este reino de los cielos y revertir la discordia física, debía comprender los grandes hechos de la Vida, tales como que Dios es el Amor que lo envuelve todo y que Su reino está realmente aquí mismo y en todas partes. Al volverme cada vez más consciente del amor de Dios por mí, dejé por completo de centrarme en el dolor que había estado padeciendo. Mi temor había sido sofocado, y ahora veía la situación con más tranquilidad como para superar este desafío físico. 

Después de una hora, comencé a sentir algo de alivio y pude moverme más. Decidí irme a la cama y orar en silencio. Al cerrar los ojos, continué pensando en esta idea de Ciencia y Salud: “A medida que el pensamiento humano cambie de una etapa a otra de dolor consciente y de consciente ausencia de dolor, pesar y alegría —del temor a la esperanza y de la fe a la comprensión— la manifestación visible será finalmente el hombre gobernado por el Alma, no por el sentido material” (pág. 125). 

Esta verdad fue una declaración sencilla, aunque muy profunda acerca de los estados de consciencia que había estado experimentando mientras oraba para profundizar mi comprensión espiritual. Fue una guía práctica respecto a cómo necesitaba progresar para poder sanar por completo. Al aliviar el temor y calmar mi reacción ante esta alarmante situación, pude pasar del temor a la esperanza. Con mi fe arraigada en el amor de Dios por mí, pude comprender más profundamente la verdadera base de mi salud. Al obtener esta comprensión, la misma gobernó mis pensamientos y salud. Esta claridad de entendimiento era lo que yo necesitaba para que se produjera la curación.

 Al despertarme a la mañana siguiente, me sentía considerablemente aliviada, y pude levantarme y realizar mis actividades diarias con normalidad. En dos días había sanado por completo. Sigo estando agradecida a nuestra Guía, Mary Baker Eddy, por revelar esta Ciencia del Cristo, la cual me capacitó para tener la más importante curación que haya tenido jamás.

Jacqueline Ball
Jacksonville Beach, Florida, EE.UU. 

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