A principios del año pasado, mi esposo y yo salimos a caminar por la noche. Disfrutábamos hacer esto juntos todos los días y siempre recorríamos el mismo camino. Esta vez, pensamos que sería divertido acelerar el paso y tratar de llegar a casa más rápido. Cuando comenzamos a correr, noté un dolor agudo en la parte baja del abdomen, y empecé a caminar. Cuando estábamos como a la mitad de nuestra ruta regular, el dolor se estaba extendiendo a otras partes del cuerpo.
Le dije a mi esposo que no me sentía bien. Yo estaba afirmando sencillas verdades espirituales para mí misma, entre ellas, que mi verdadero ser era espiritual y solo podía expresar armonía. Para cuando llegamos a casa, me era imposible pararme derecha y casi no lograba caminar, así que mi marido tuvo que ayudarme a entrar.
Al principio, como los síntomas eran tan intensos, estaba muy atemorizada. Trataba lo mejor que podía de mantener la calma, pero como no veía ningún progreso, dudaba de mi capacidad para sanar.