Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Se recupera de un mal resbalón

Del número de mayo de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 17 de marzo de 2020 como original para la Web.


Hace varios años, al salir de la ducha, resbalé y me golpeé muy fuerte una pierna contra el borde de una baldosa. La fuerza de la caída me hundió la piel de tal manera que se notaba la tibia. De inmediato rechacé enfáticamente la creencia agresiva de que había tenido un accidente. Pensé: “Si los accidentes son desconocidos para Dios, también lo son para Sus hijos”. 

Mi razonamiento se basó en la siguiente declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía. 

“Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 424).

Recordé que la semana anterior había escuchado decir a varias personas, e incluso a algunos familiares, que a determinada edad (mi edad) era necesario tomar calcio y medicamentos para fortalecer los huesos, porque todos estábamos expuestos a sufrir fracturas. Cuando escuché eso, mentalmente rechacé esta sugestión de que la materia tuviera alguna realidad, poder o autoridad, y les dije, bromeando, que mi calcio no era la vitamina C, sino la CC, la Ciencia Cristiana. Ellos se rieron.

La verdad es que me he apoyado en la Ciencia Cristiana con mucho éxito toda mi vida, más que en vitaminas y medicinas. Este caso no era diferente. Cuando me puse de pie después de resbalarme en el baño, reconocí con absoluta seguridad que no había ninguna lesión —ni en la piel, ni en los músculos, ni en los huesos— porque mi sustancia es espiritual, el reflejo del Espíritu, Dios. Sabía que mi verdadera sustancia es inalterable e intacta. Terminé de vestirme naturalmente. No había hematomas ni inflamación, ni tampoco ningún otro síntoma que me impidiera continuar con todas mis actividades normales.  

Al día siguiente, observé que en la piel quedaba tan solo una ligera línea diminuta que pronto desapareció.

Ni la edad ni los accidentes pueden oscurecer la clara comprensión de nuestra identidad espiritual con la que hemos sido bendecidos. Y esa comprensión se debe a las verdades de las Escrituras iluminadas en el libro de texto de la Ciencia Cristiana.

Esas verdades espirituales nos capacitan para probar, en cierta medida, que, como afirma la Biblia, nuestra herencia es espiritual, no material, somos “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17), y coexistimos con nuestro Creador. Por lo cual estoy eternamente agradecida a nuestro Padre-Madre, Dios.

Gloria Cecilia Caro Valderrama
Bogotá, Colombia

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 2020

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.