“Nos vamos a casar”.
Era el comienzo de las vacaciones de primavera cuando mi papá nos dio la noticia. Nuestra familia había ido a Florida para divertirnos en la playa, y allí estaba él, tomado de la mano de la que ahora era su prometida. Mi estómago se revolvió; iba a ser una semana larga.
La novia de mi papá no me disgustaba, pero no estaba segura de querer que se uniera a la familia. Además, el compromiso fue una sorpresa para todos, y algunos miembros de la familia se sentían heridos. Mi mamá había fallecido cuando yo era una niña, y algunos pensaban que esa decisión era una falta de respeto hacia la memoria de mi madre. Muy pronto, los familiares dejaron de hablarse unos a otros, y comenzó a producirse un distanciamiento. Por mi parte, yo continuaba llorando o enojándome y marchándome furiosa cada vez que mi papá trataba de hablar conmigo.
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