Cristo Jesús prometió que cualquiera que entendiera y fuera fiel a sus enseñanzas podría realizar las obras que él hizo, e incluso mayores obras. Esa promesa puede parecer fuera de nuestro alcance hasta que consideramos cómo termina esa promesa: “Porque yo voy al Padre” (véase Juan 14:12).
Jesús constantemente iba a su Padre, a Dios, en oración. Se sometía humildemente a la paternidad y maternidad del Amor divino, y se mantenía fiel a su identidad espiritual como el Cristo, el Hijo de Dios. Esto lo capacitó para hacer sus poderosas obras de curación y cumplir con su misión terrenal de demostrar el amor salvador de Dios para toda la humanidad.
La clave para los sanadores cristianos, por tanto, es situarnos bajo la paternidad y maternidad del Amor divino: tener el anhelo de aprender de nuestro divino Padre acerca de nuestra verdadera naturaleza como Sus hijos, y desarrollar nuestra capacidad de ser fieles a Dios, a nosotros mismos y a los demás.
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