El 3 de junio de 2017, Alex Honnold se transformó en el primer escalador en subir solo El Capitán, pared de rocas de 1000 metros de altura del Parque Nacional Yosemite; la escaló sin sogas, arneses o equipo de alpinismo. Terminó en cuatro horas. Algunos consideran que fue uno de los logros atléticos más importantes de nuestra era.
Realmente admiro a los escaladores de rocas. Su deporte demanda una tremenda disciplina mental y resistencia física, así como valor, equilibrio, agilidad, conocer bien el terreno, y a menudo, una confianza radical en las demostradas habilidades que uno tiene; todo esto capacitó a Honnold para “subir en línea vertical”.
He escuchado que esta frase se utiliza no solo en la escalada en roca, sino también en otros deportes. Significa triunfar sobre la gravedad, el temor, la duda de nuestras habilidades; lo que sea que impediría a una persona lograr alcanzar su meta. Podríamos decir que ocurre lo mismo con muchos empeños que valen la pena, atléticos y de otro tipo.
Recientemente, he pensado en este concepto de subir en línea vertical respecto a la práctica de la Ciencia Cristiana, ya que para practicar la curación espiritual con todo éxito debemos ir en línea vertical; en un sentido espiritual. Cada paso hacia adelante en nuestro progreso espiritual es un paso hacia Dios, y nos capacita para avanzar en nuestra comprensión de las verdades espirituales y universales acerca de Su naturaleza. La Ciencia Cristiana enseña que Dios es la Mente, la Vida y el Amor infinitos, y se comprende que nuestra identidad espiritual es la expresión de Dios, y tiene ilimitadas aptitudes.
Estos son conceptos espirituales importantes y audaces que pueden parecer como una pared rocosa muy escarpada cuando comenzamos a escalarlos mentalmente. No obstante, dos libros —la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy— nos preparan para hacerlo y nos apoyan durante la escalada. Las verdades espirituales y el aliento que encontramos en estos libros nos guían en nuestro ascenso, dándonos las herramientas que nos ayudan a probar la presencia y el poder de Dios ante todo obstáculo montañoso.
Pero ¿qué ocurre cuando enfrentamos un desafío, como una dificultad física o un defecto de carácter muy arraigado, que parece imposible de superar? Aunque tal vez la tendencia sería resignarnos y darnos por vencidos, en momentos como ese podemos sentirnos reconfortados al saber que el Cristo, el tierno mensaje sanador de Dios que Jesús vivió y enseñó, está aquí, mostrándonos el camino. El Cristo está, ahora mismo, hablándole a la consciencia humana, guiando nuestros pensamientos y pasos hacia arriba y fuera de un sentido de mortalidad o limitación, recordándonos que no estamos solos ni somos impotentes en nuestros momentos más deprimentes.
Jamás estamos “navegando solos” por la vida, sino que siempre estamos dependiendo de la fortaleza y los ilimitados recursos de Dios, la Mente divina, y apoyados por ellos. Cristo Jesús demostró que es este Cristo poderoso y omnipresente, no la voluntad humana, lo que impulsa el pensamiento hacia arriba, a las alturas divinas, hacia una perspectiva espiritual que finalmente trae curación.
Como la lesión no cedía, me di cuenta de que necesitaba elevar mis oraciones.
Nuestro progreso espiritual invariablemente incluirá momentos en que nos entregamos a Dios y a Sus caminos, en lugar de a las circunstancias humanas. Sin embargo, los caminos de Dios no son difíciles o arduos; son alegres y brindan salud. Si bien, todos luchamos con un sentido material del yo —con el ego, el temor o el orgullo, los cuales, como la gravedad, pueden abrumarnos— el Cristo refuta la aparente realidad de una identidad mortal en constante lucha, y revela nuestra verdadera identidad como el reflejo armonioso y puro de Dios, el bien. A medida que avanzamos al comprender esta verdad acerca de nuestra identidad espiritual, descubrimos que los aspectos del yo que carecen de sustancia espiritual —tales como, los defectos de carácter, los hábitos nocivos o los patrones de pensamiento egoístas o improductivos— desaparecen naturalmente.
Esto fue lo que me ocurrió a mí hace algunos años. Intenté hacer una acrobacia física y una de mis rodillas se bloqueó. En consecuencia, me resultaba imposible estirar la pierna o caminar. El dolor era insoportable, y necesité ayuda para meterme en la cama, donde pasé el día siguiente.
Preocupado por cómo iba a superar lo que parecía ser un desafío enorme, rápidamente busqué el consuelo y la seguridad de Dios. Oré, escuchando atentamente la guía de la Mente divina. A lo largo de los años, he visto que una comprensión de Dios como Mente, la única inteligencia —y como el Amor omnipresente, afectuoso y por siempre cerca— abre el camino para que se produzca la curación.
Sin embargo, parecía progresar muy poco. Como quería moverme, decidí usar una rodillera, una silla de ruedas y muletas durante los siguientes días, lo que no fue de ninguna manera favorable. Me movía alrededor, pero la rodilla continuaba bloqueada y adolorida.
Como la lesión no cedía, me di cuenta de que necesitaba elevar más —profundizar más— mi estudio y comprensión de la Ciencia Cristiana. Un versículo de la Biblia en particular me llamó la atención: “Por mí mismo he jurado, ha salido de mi boca en justicia una palabra que no será revocada: Que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua jurará lealtad. (Isaías 45:23, LBLA).
Anteriormente, había estado pensando en la función de una rodilla, que consiste en doblarse, y en el hecho de que doblar nuestras rodillas nos permite inclinarnos tan bajo como podamos, incluso hasta el suelo. En su significado espiritual, inclinarse hasta esa posición tan baja, significa la humildad más grande: ceder totalmente nuestra propia voluntad a la de Dios, y reconocer que el Espíritu divino es el único poder.
Continué orando, y pude ver, cada vez más claramente, que estaba manejando mi vida y mis negocios con demasiada voluntad humana. En otras palabras, no doblaba mis rodillas, o cedía, lo suficiente a Dios y a la forma correcta de verme a mí mismo como Su hijo puro y completo.
Reconocí que esa falta de humildad me impedía progresar. También tenía que ver con mi forma agresiva de conducir el auto y, de vez en cuando, usar lenguaje violento. Tenía que mostrar más cortesía en la ruta y en mis asuntos cotidianos. Necesitaba endulzar mi temperamento con una gran dosis de humildad.
Mis pensamientos asumieron más de las cualidades propias del Cristo que Jesús ejemplificó —tales como paciencia, ternura y humildad— las cuales realmente constituyen nuestra verdadera naturaleza como hijos de Dios. Como resultado, pude liberarme de la fuerza de gravedad de los antiguos patrones de pensamiento y comportamiento que me hundían —y que conforman el falso sentido mortal del yo—, y avanzar hacia la cima y liberarme completamente de la forma orgullosa de pensar y proceder.
Este cambio en el carácter no se produjo rápido. Requirió de valor y persistencia. Pero con cada ascenso mental impulsado por Dios, el pensamiento es purificado, y somos sanados tanto moral como físicamente. Este fue ciertamente el caso en mi propia experiencia; recuperé el uso total de mi rodilla.
Mary Baker Eddy escribe: “Es la espiritualización del pensamiento y la cristianización de la vida diaria, en contraste con los resultados de la horrible farsa de la existencia material; es la castidad y pureza, en contraste con las tendencias degradantes y la gravitación hacia lo terrenal del sensualismo y de la impureza, lo que realmente atestigua el origen y la operación divinos de la Ciencia Cristiana” (Ciencia y Salud, pág. 272).
Si hallamos que estamos avanzando poco en nuestro progreso espiritual porque estamos dando más prioridad a las metas y logros humanos, las enseñanzas de Cristo Jesús ofrecen una guía valiosa. Jesús con frecuencia habló de la importancia de dedicar nuestros pensamientos y acciones a alcanzar una comprensión más profunda de Dios y de nuestro lugar y propósito dentro de Su creación. Sabiendo que es el progreso espiritual más que ninguna otra cosa lo que contribuye a la felicidad, la salud, la tranquilidad y un sentido de propósito, él aconsejó: “Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten” (Mateo 6:33. NTV).
Interpreto que sus palabras quieren decir que la inspiración que obtenemos al poner a Dios primero se concreta al responder a toda necesidad humana. De hecho, cuando el crecimiento espiritual se transforma en nuestra prioridad, Dios cuida de nosotros de maneras que jamás se nos había ocurrido. Pero tenemos que estar dispuestos a llegar a la cima de la montaña; a persistir con paciencia en conocer a Dios y amarlo como Él nos ama. Y a medida que lo hacemos, encontramos fortaleza divina; sentimos la seguridad tierna del amor de Dios que nos capacita para manejar sin temor alguno y vencer todo aquello que se oponga a la curación, incluidas las piedras rugosas de los rasgos de carácter y comportamientos improductivos.
Así que ¡sube en línea vertical!