Muchos han expresado temor por los efectos del coronavirus en sus comunidades y otros lugares. Y algunos han observado que el temor mismo es un contagio que necesitamos tener bajo control también.
De mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana, he hallado que es realmente posible superar el miedo, de una forma que asimismo trae curación y seguridad.
El Apóstol Juan enseñó: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18, LBLA). El amor de Dios es más poderoso que el miedo o la enfermedad. Y cuando aprendemos, como nos enseñó Cristo Jesús, que el reino de Dios ya está dentro de nosotros, descubrimos que no tenemos nada que temer. Entonces atestiguamos sin esfuerzo el poder de Su amor para sanar y proteger.
Un año, cuando estaba en la universidad, hubo una epidemia de mononucleosis en nuestro campus. Cada vez más estudiantes eran llevados al hospital. En un momento dado, una de mis amigas me dijo: “Tina, tú vas a ser la próxima en enfermarte, porque estabas con esos estudiantes que se fueron al hospital ayer”.
Esto me hizo despertar y darme cuenta de que necesitaba hacer algo más para apoyar mi bienestar y el de mi comunidad en lugar de sucumbir al miedo. Para mí, esto quería decir orar para obtener una perspectiva espiritual más profunda de quién tiene verdaderamente el control y cuál es realmente nuestra naturaleza como hijos amados de Dios.
Así que recurrí a mi Biblia, donde encontré estos pasajes muy reconfortantes: “El Espíritu de Dios me ha creado, y el aliento del Todopoderoso me da vida” (Job 33:4, NTV), y “También sé que todo lo que Dios hace es definitivo. No se le puede agregar ni quitar nada” (Eclesiastés 3:14, NTV).
Por ser los hijos amados de Dios, vivimos, nos movemos y respiramos en esta atmósfera
del Amor puro.
Esto me ayudó a ver que la bondad que Dios nos da es eterna. Nada malo, como la enfermedad, puede agregarse al bien divino, como tampoco puede quitársele el funcionamiento apropiado. El Apóstol Pablo nos dice que Dios, el Espíritu, “es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad.... Pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:25, 28, NTV). De manera que la verdadera sustancia de nuestra salud se encuentra en el Espíritu divino y es sostenida por el Espíritu divino.
Dado que Dios, el Espíritu, es eternamente armonioso, perfecto en toda función y acción, e inalterablemente supremo, entonces la atmósfera en la que nosotros –la expresión espiritual de la bondad de Dios– vivimos, nos movemos y respiramos debe ser siempre buena. La salud, no la enfermedad, la armonía, no la discordancia, son características naturales de la creación de Dios, y no pueden perderse. Esta realidad espiritual permanece inalterada, cualquiera sea la circunstancia humana.
Mis oraciones no solo me abrazaban a mí, sino a toda la humanidad. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, destaca que todos estamos gobernados por la Mente divina única, Dios, la cual transmite solo salud, paz y libertad a Sus hijos (véase, por ejemplo, la pág. 467). Todos nosotros tenemos la capacidad inherente de tener consciencia de este bien divino. Entonces hallamos menos temor y más paz en nuestras vidas.
Eso fue lo que experimenté en la universidad aquella vez. Nunca tuve ninguno de los síntomas, es más, la situación en el campus cambió rotundamente. Ya no mandaron más estudiantes al hospital con esa enfermedad.
En la Biblia leemos: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba;… Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichoso para el hombre de paz” (Salmos 37:35-37). El mal, incluida la enfermedad, no tiene poder legítimo ante la autoridad de Dios, el bien. Por ser los hijos amados de Dios –Su reflejo espiritual e impecable– vivimos, nos movemos y respiramos en esta atmósfera del Amor puro.
No importa dónde vivamos en el mundo, podemos aferrarnos a la verdadera naturaleza de todos hecha a la imagen espiritual e impecable del Amor divino, Dios, quien nos mantiene en este estado armonioso eternamente. Esto nos faculta para superar el temor y sentir Su amor sanador, el cual llena todo el espacio.
