En este momento, hay una creciente lista de restricciones a reunirse en público, y esto es muy comprensible. Y es natural y correcto apoyar los esfuerzos por contener el coronavirus.
Sin embargo, existe otra forma de reunirse que es esencial para sanar el temor, especialmente durante una pandemia. Cristo Jesús lo describe de esta manera: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).
Este tipo de reunión puede tener lugar aun cuando no nos juntemos en persona. Es estar unidos en el pensamiento, es una apertura a la perspectiva espiritual de la vida que Jesús enseñó. Y es una de las cosas más prácticas y beneficiosas que podemos hacer.
La oración colectiva es una forma poderosa de reunirse, y billones de personas en nuestro planeta se unen en una sencilla oración que Jesús enseñó: el Padre Nuestro. Mary Baker Eddy, quien fundó la Ciencia Cristiana, una vez dijo que el Padre Nuestro es “un vínculo de la unidad” y un “punto de convergencia” para todos los cristianos (véase Pulpit and Press, pág. 22). Sus ideas son universalmente verdaderas, una oración alrededor de la cual puede “reunirse” gente de todos los orígenes.
Este tipo de reunión puede tener lugar aun cuando no nos juntemos en persona. Es estar unidos en el pensamiento.
En su libro sobre la curación espiritual, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Eddy da una interpretación espiritual del Padre Nuestro. Comienza diciendo: “Padre nuestro que estás en los cielos, Nuestro Padre-Madre Dios, todo-armonioso” (pág. 16).
A lo largo de mi vida he sanado una y otra vez al atesorar esa idea de un solo Padre-Madre Dios universal que gobierna toda la creación en completa armonía. En cierta ocasión, estando en una parte remota de África, sentí cómo la fiebre desaparecía de mi cuerpo cuando el sentido de la frase “Padre nuestro” me impulsó a incluir en mi oración a todos los que me rodeaban, incluidos los mosquitos. Mis oraciones afirmaban que todos somos parte de una sola creación espiritual y totalmente armoniosa, como dice en la Biblia: “Dios los bendijo” (Génesis 1:22, 28, LBLA). Todo lo que nuestro Dios bueno y amoroso crea está hecho para bendecir, no para dañar. De modo que la creación divina ciertamente no incluye ni causa la enfermedad. Esta perspectiva espiritual capacitó a Jesús para sanar, y es la esencia de su oración.
Mientras oraba de esta forma, el temor que me embargaba fue reemplazado por lo que pareció ser una inundación de amor, el amor de Dios, por mí y por todo lo que me rodeaba, y la fiebre simplemente desapareció. Estaba sano.
Esa experiencia y muchas otras han sido para mí una prueba tangible del poder sanador de la oración. También he vislumbrado lo que realmente significa reunirse “en mi nombre” como Jesús enseñó. No se trata de reunirse alrededor de una personalidad humana, sino alrededor de la idea universal del Cristo, o la Verdad, que Jesús vivió y enseñó. Cristo significa ungido o divinamente inspirado. Me gusta pensar en ello como el “enlace de la comunicación” de nuestro creador divino con todos, en todas partes.
Abrir nuestros corazones al Cristo ilumina por completo nuestra manera de pensar, dándonos la perspectiva espiritual de que la vida y la salud están gobernadas por Dios, en lugar de ser una batalla para sobrevivir en un mundo peligroso. El Cristo es un poder irresistible que nos reúne a todos, iluminando nuestra perspectiva de todas las cosas, ayudándonos a ver nuestro vínculo en común como hijos de un único Dios infinito. Esto es lo que hace que el reunirnos en oración sea tan poderoso. ¡Y tan sanador!