Yo tenía una carrera muy exigente en los medios de comunicación que incluía manejar personal en muchas oficinas por todo el país. Cuando me casé y me mudé a las afueras de la ciudad, tenía que viajar dos horas para ir a mi oficina en Chicago por la mañana y dos horas para regresar por la noche, además de viajar en avión frecuentemente por trabajo.
Después de un año de cumplir con este arduo plan de actividades, comencé a tener dificultades para respirar. A veces en mi oficina, e incluso durante los servicios religiosos, me sentía sofocada y quedaba sin aliento. También tenía palpitaciones, y en ocasiones, mi corazón se aceleraba sin control.
Cuando recordé que uno de mis parientes había fallecido debido a un problema cardíaco con síntomas similares, sentí mucho miedo. Oré por mi cuenta por un tiempo, pero cuando el padecimiento se volvió más agresivo, me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera tratamiento por medio de la oración.
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