Quiero compartir una curación que tuve hace dos años. Una mañana, cuando me desperté para ir a trabajar, sentí un dolor punzante en el abdomen. El dolor era tan fuerte que me costaba respirar. Decidí quedarme en casa, y llamé a mi empleador para explicarle por qué no iría a trabajar ese día. Me recordaron que debía llevar un certificado médico con los resultados del examen físico.
Cuando llamé para pedir que alguien viniera a mi casa a examinarme, noté que no podía caminar por el dolor que sentía. Sin embargo, nadie estaba disponible para venir a verme, así que tuve que ir a un hospital.
Me vestí con mucha dificultad, y comencé a orar por mí misma en silencio. Yo sabía que Dios es Vida, y como reflejo de la Vida divina no podía experimentar ninguna otra cosa que no fuera salud, y como Dios es perfecto, yo soy perfecta por ser Su reflejo.
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