Quiero compartir una curación que tuve hace dos años. Una mañana, cuando me desperté para ir a trabajar, sentí un dolor punzante en el abdomen. El dolor era tan fuerte que me costaba respirar. Decidí quedarme en casa, y llamé a mi empleador para explicarle por qué no iría a trabajar ese día. Me recordaron que debía llevar un certificado médico con los resultados del examen físico.
Cuando llamé para pedir que alguien viniera a mi casa a examinarme, noté que no podía caminar por el dolor que sentía. Sin embargo, nadie estaba disponible para venir a verme, así que tuve que ir a un hospital.
Me vestí con mucha dificultad, y comencé a orar por mí misma en silencio. Yo sabía que Dios es Vida, y como reflejo de la Vida divina no podía experimentar ninguna otra cosa que no fuera salud, y como Dios es perfecto, yo soy perfecta por ser Su reflejo.
En el hospital, después de examinarme, me dijeron que me harían algunos estudios porque probablemente tendrían que operarme. Los síntomas indicaban que era posible que requiriera una cirugía de emergencia. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Ella me aseguró que todo estaría bien, y que ese día me daría un tratamiento específico por medio de la oración.
Un tiempo antes, yo había tomado instrucción de clase en la Ciencia Cristiana, y nuestra tarea para la próxima reunión de asociación anual era sanar mediante la oración. Recordé esta tarea y supe que esta era mi oportunidad. Y la oportunidad de Dios.
Permití que el personal del hospital me hiciera pruebas de sangre y todos los otros estudios que sentían que debían hacer. Mientras tanto, continué orando, sabiendo que todo estaba bien; que Dios es el bien y está presente aquí y ahora, y yo reflejo todo el bien de Dios. Sabía que mi ser estaba intacto, porque reflejo Su perfección.
Oré con el Padre Nuestro. También me ayudó mucho “la declaración científica del ser” de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Las dos me brindaron una base maravillosa para el tratamiento de la Ciencia Cristiana. El texto completo de “la declaración científica del ser” es el siguiente: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (Ciencia y Salud, pág. 468). Sé esta declaración de memoria, y razoné que, puesto que no hay inteligencia en la materia, entonces la materia no tiene dolor ni sensación.
Esa tarde el dolor disminuyó. Estaba muy agradecida.
Cuando los resultados de los exámenes de sangre estuvieron listos, la doctora me informó que no mostraban nada malo. Ante la duda de que pudiera haber una infección, me prescribieron antibióticos. Pero yo tenía tanta certeza de que estaba bien, que no los compré. De hecho, pude regresar a trabajar al día siguiente sin tener rastro alguno de dolor o molestia.
Unos días después, me pidieron que me hiciera otro examen de sangre en el mismo hospital para estar seguros de que no hubiera infección. Los resultados mostraron que todo estaba en perfecto estado.
Mi madre y mi hermano fueron testigos de lo que ocurrió, porque me asistieron en el hospital cuando estuve allí durante el día. Un tercer testigo es una amiga con quien me había comunicado debido a lo ocurrido en aquella oportunidad, y ella sabe que me apoyo en la oración para sanar.
Estoy agradecida por poder contar con la Ciencia Cristiana y tener las herramientas necesarias para aumentar nuestra comprensión espiritual y la práctica de la curación; y por haberme dado una razón para estar siempre agradecida.
Analía Jurado Salgado
Rosario, Santa Fe, Argentina
    