¿Te has preguntado alguna vez por qué existes, si tienes un propósito o si eres simplemente un accidente de la biología, arrastrado por los vientos del azar? Yo sí. Un día de verano, cuando tenía unos siete años, de pronto tomé consciencia realmente de mí misma como un ser consciente, y le pregunté a Dios: ¿Por qué tiene que haber un “yo”?
La Biblia relata que Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26), y “Vosotros sois mis testigos. . . y mi siervo que yo escogí” (Isaías 43:10). Dado que esto indica qué, quiénes y cómo somos realmente, necesitamos saber quién y qué es Dios si queremos comprender quiénes y qué somos al ser Sus testigos, Su semejanza.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana y autora de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, fue una estudiante devota de la Biblia toda su vida, y en las Escrituras encontró siete sinónimos (algunos mencionados directamente y otros implícitos) que definen la naturaleza de Dios y nuestra naturaleza como Su semejanza: Mente, Alma, Espíritu, Vida, Verdad, Amor y Principio. Estos términos se escriben con mayúscula en todas sus obras como nombres de Dios. Esta comprensión más amplia de Dios lleva a la curación de todo tipo de problemas y males que resultan del temor, el pecado o la ignorancia acerca de la naturaleza de Dios y el hombre.
Durante años después de esa pregunta infantil acerca de mi existencia, sufrí de depresión crónica, pensamientos suicidas y falta de autoestima. Después de casarme y tener hijos, los pensamientos y sentimientos depresivos parecieron aumentar. Ni siquiera me sentía capaz de orar como siempre lo había hecho en la Ciencia Cristiana.
Un día, rompí a llorar y le dije a mi esposo cómo me sentía. Aunque no es estudiante de la Ciencia Cristiana, él llamó a mi madre, sabiendo que ella, como Científica Cristiana, podría ayudarme. Siempre he estado agradecida de que hiciera esa llamada. La Ciencia Cristiana había sido eficaz al sanarme de muchos otros males durante toda mi vida, y me sentí aliviada al saber que mi madre y mi padre orarían por mí.
Después de unas semanas, pude sentir el efecto edificante de sus oraciones y fui capaz de empezar a orar por mí misma. Un mayor conocimiento y comprensión de Dios y del hombre, adquirido a través del estudio diario de la Biblia y Ciencia y Salud, me mostró que yo soy vital para la creación de Dios y para la plena expresión de Sí mismo. Me di cuenta de que, al igual que todos Sus hijos, yo valgo y tengo un propósito, soy necesaria y estoy hecha para vivir feliz y productivamente.
Me aparté de la creencia de que era un mortal deprimido, sin valor alguno, pecador y suicida y reclamé mi semejanza pura con Dios. Pocos meses después de ese momento decisivo, supe que estaba sana. La desesperación crónica, la oscuridad mental y la desdicha jamás han regresado.
A través del estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, pude reconocer que soy una creación deliberada de Dios, la Mente y el Amor divinos. Soy tan necesaria para Dios y Su creación como lo es el número 7 para la ciencia de las matemáticas, o como el Do mayor para la ciencia de la música. Todos lo somos.
Nuestro amoroso Padre-Madre Dios nos necesita a cada uno de nosotros, como nosotros también Lo necesitamos a Él. En Ciencia y Salud, Eddy escribe: “Si Dios, quien es la Vida, fuera separado por un momento de Su reflejo, el hombre, durante ese momento no habría divinidad reflejada. El Ego estaría inexpresado, y el Padre no tendría hijos, no sería Padre” (pág. 306).
Continúo aprendiendo quién y qué soy como semejanza misma de Dios, y es una experiencia alegre y satisfactoria. A todos se nos ha dado una eternidad de vida feliz, productiva, afectuosa, que refleja espiritualmente a Dios. Somos amados. Somos valorados. Y somos necesarios.
Constance Watkins
Paducah, Kentucky, EE.UU.