Un viernes comencé a sentir dolor y problemas al orinar.
Ante esta situación, regresé a mi dormitorio y comencé a orar. Reflexioné sobre el Padre Nuestro, junto con su interpretación espiritual que se encuentra en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy (véanse págs. 16-17). También oré con “la declaración científica del ser” (véase Ciencia y Salud, pág. 468).
Estos pasajes me recordaron la pureza de mi verdadera identidad espiritual como hijo de Dios, creado a Su imagen y semejanza. Por ser ideas espirituales que emanan de la Mente divina, “[escondidas] con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3), no estamos hechos de órganos materiales. Y estamos enteramente bajo la protección de la única Mente, Dios.
Las dificultades continuaron durante el día, y era tentador dejar que el temor se hiciera cargo y pensar constantemente en cuál podría ser la causa. Pero he aprendido por experiencia que elegir la Ciencia Cristiana es elegir el lado de la Verdad divina, del Cristo. Así que llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien me ayudó a comprender que no necesitaba tener miedo. Reflexioné sobre “la doctrina de la Ciencia Cristiana absoluta”, que dice que “el mal o materia no tiene ni inteligencia ni poder” (Ciencia y Salud, pág. 454). Dios, el bien, es supremo, así que el mal no tiene legitimidad y no podía imponerse a mi salud.
Aunque todavía tenía síntomas, el temor a la enfermedad desapareció. El domingo fui a la iglesia, donde era responsable de cantar el solo durante el servicio religioso, sin preocuparme o tener una necesidad repentina de usar el baño. El lunes sentí que la Mente divina me apoyaba perfectamente mientras recorría 90 km. Pude realizar todas mis actividades sin interrupciones y, finalmente, los síntomas desaparecieron por completo.
A través de esta experiencia comprendí mejor que ninguna dolencia perturbadora puede tocar al hombre, porque somos la idea y expresión infinita de Dios, la Vida, la Verdad y el Amor divinos. Como nos consuela el versículo 15 del Salmo 89 (NTV): “Felices son los que oyen el alegre llamado a la adoración, porque caminarán a la luz de tu presencia, Señor”.
Camille Lukelo Nkeye
Mbanza-Ngungu, República Democrática del Congo
