Un verano, fui a un campamento para Científicos Cristianos que me encanta. Un día, mis compañeras de cabaña y yo fuimos a la de al lado. Llevaba solo calcetines, y al caminar hacia la otra cabaña, pisé con fuerza sobre algo afilado. Instantáneamente sentí dolor en el pie y comencé a lagrimear. Miré la planta del pie y vi que tenía una tachuela clavada. Empecé a llorar.
Una de mis consejeras me preguntó por qué lloraba y le conté lo que había sucedido. Ella me ayudó a sentarme en una silla y fue a buscar a la mamá del campamento.
Una de mis amigas tenía un ejemplar del Himnario de la Ciencia Cristiana, y ella y todas las otras chicas de ambas cabañas comenzaron a cantar el Himno 148, que comienza así:
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