Acababa de enviudar y tenía dos hijos adolescentes, era ama de casa y hacía décadas que no estaba en el mundo de los negocios. Sin los ingresos de su marido, temía no poder mantener a su familia. Pero mi mamá era una mujer que amaba mucho a Dios y tenía una confianza aún mayor en Él. En su Biblia muy usada, ella había subrayado estas palabras: “Tu esposo es tu Hacedor”. El pasaje completo dice: “No temas, pues no serás avergonzada; ni te sientas humillada, pues no serás agraviada; sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y del oprobio de tu viudez no te acordarás más. Porque tu esposo es tu Hacedor, el Señor de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor es el Santo de Israel, que se llama Dios de toda la tierra” (Isaías 54:4, 5, LBLA).
¡Estas palabras no son solo para las viudas! Son para todos, casados o no. La verdad espiritual es que incluso cuando nos sentimos solos o estamos en circunstancias extremas, Dios, en Su completo y total amor por el hombre, cuida de cada uno de nosotros. Y abrir nuestro corazón para comprender esta relación puede satisfacer nuestras necesidades de manera práctica. Dios, el Amor inquebrantable, consuela, cuida y provee lo necesario, abriga, abraza, anima, apoya y fortalece a Sus hijos. Tomar consciencia de esto disipa las inquietudes y preocupaciones que parecerían obstaculizar o reprimir nuestro verdadero ser espiritual.
La Biblia afirma: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, . . . ni lo presente, ni lo por venir, . . . nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39). Ninguna situación puede interponerse entre nosotros y el amor de Dios por nosotros. Vivimos rodeados y capacitados por Su gran amor.
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