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Original Web

Escuchar la voz de Dios sana el dolor

Del número de noviembre de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 2 de noviembre de 2020 como original para la Web.


Cada mañana, cuando me despierto, puedo escuchar a los petirrojos cantando afuera de mi ventana. Me encantan los pájaros, y para mí esa es una alegre ilustración de esta declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Las aves, que vuelan sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos, corresponden a las aspiraciones que se remontan más allá y por encima de la corporalidad hacia la comprensión del Principio divino e incorpóreo, el Amor” (págs. 511-512). Los amantes de las aves reconocen la canción “chiirrio, chiirrio” del petirrojo, que para mí es como una invitación a sentir el entusiasmo, la alegría y la expectativa del bien.

También he aprendido a escuchar y seguir las instrucciones que se encuentran en la Biblia. Una de las mejores indicaciones para comenzar el día proviene del salmista: “Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmos 17:15). Cuando despierto por la mañana y me doy cuenta de que soy la imagen y semejanza de Dios, y que reflejo espiritualmente todas las cualidades de la Verdad, la Vida y el Amor divinos, no puedo evitar sentirme satisfecha. No puedo evitar sentir la paz, la alegría y la expectativa del bien que son la herencia innata de la imagen y semejanza espiritual.

Orar con esta expectativa del bien cada mañana me ha ayudado a ver que el bien está siempre presente en nuestra experiencia y se escucha y se siente más allá de lo que perciben los sentidos físicos. Hace varios años, mi querido esposo falleció inesperadamente una mañana temprano. En ese momento, estaba sirviendo como Primera Lectora en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y había estado orando diariamente para escuchar y seguir la guía de Dios, la Mente divina, al cumplir con mis deberes. Creo que fue ese trabajo diario de oración lo que afianzó y dirigió mis acciones ese día.

Estaba agradecida de poder mantenerme tranquila mientras hacía las llamadas telefónicas para informar a los miembros de la familia. De hecho, estaba tan tranquila que un miembro del personal médico que realizaba las tareas necesarias me dijo que sentía que yo no comprendía totalmente la situación. Me pidió que llamara a una amiga para que viniera y estuviera conmigo. Llamé a una amiga de la iglesia que también estaba tranquila y me ayudó mucho. Sé que ambas estábamos escuchando los pensamientos de Dios para que nos ayudara a comprender mejor que un día con Dios debe estar lleno de paz, calma, alegría y vida.

Al final del día, después de que se hicieron todas las llamadas telefónicas necesarias, mi amiga se había ido a su casa y era hora de irme a la cama, comencé a llorar. Recientemente, mi esposo y yo habíamos celebrado nuestros 49 años de casados, y sentía que ahora estaba completamente sola. Mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas, escuché una voz que parecía tan cercana que sentí como si hubiera alguien conmigo en la habitación. La voz dijo: “O bien, Dios es Vida o no lo es”.

Dejé de llorar de inmediato. No pude discutir con la verdad de esa afirmación. Sabía por mi estudio de la Ciencia Cristiana que Dios es la Vida misma, y ​​que el hombre, como imagen y semejanza de Dios, está para siempre intacto en esa Vida eterna. Sabía que, aunque no podía ver a mi esposo, él estaba en la presencia de Dios, al igual que yo. Sabía que nunca podría estar realmente sola porque Dios siempre está presente conmigo, y eso era suficiente. Esta inspiración espiritual sanó mi dolor y estuve totalmente preparada para consolar al resto de la familia cuando llegaron para el servicio conmemorativo.

Ciencia y Salud dice: “El Cristo es la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (pág. 332). Sabía que había escuchado al Cristo. Aquel momento en que escuché la voz del Cristo fue un momento sagrado y una de las experiencias más poderosas de mi vida.

Estoy llena de inspiración y gratitud por el amoroso cuidado de Dios por toda la humanidad. Estoy muy consciente de que Dios es la única causa y que Él solo causa el bien. En Ciencia y Salud, que es el libro de texto de la Ciencia Cristiana, leemos: “La verdadera idea de Dios da la comprensión verdadera de la Vida y el Amor, despoja el sepulcro de su victoria, quita todo pecado y el engaño de que hay otras mentes, y destruye la mortalidad. 

“Los efectos de la Ciencia Cristiana se ven menos de lo que se sienten. Es la ‘voz callada y suave’ de la Verdad expresándose” (pág. 323).

Sigo escuchando atentamente para oír esa voz.

Nancy Stiner
San Francisco, California, EE.UU.

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