Al escuchar los informes en las noticias recientemente sobre el desempleo y el despido de personas durante este período de confinamiento, me acordé de una época en la que fui despedida, con toda la angustia y la incertidumbre que esta experiencia a menudo trae.
A principios de la década de 1970 estaba trabajando en una oficina local de bienes raíces. Había estado allí durante bastante tiempo y era muy feliz en mi trabajo. Un día, de la nada, me dijeron que mi puesto ya no era necesario y que me estaban despidiendo. Instintivamente, recurrí a Dios para que me ayudara a lidiar con la conmoción y el miedo que trataban de envolver mi pensamiento. De inmediato me llegaron estas palabras claramente al pensamiento: “No hay gota redundante en la copa que nuestro Padre nos permite beber” (Mary Baker Eddy, Mensaje a La Iglesia Madre para 1902, pág. 19).
Comprendí que, por ser hija de Dios, nunca podría ser redundante o inútil, y que Él siempre está cuidando de mí y de todos y satisfaciendo todas nuestras necesidades. Recordé otra de las declaraciones de la Sra. Eddy, que Dios “dirige todas las actividades de nuestra vida” (La unidad del bien, págs. 3-4). Eso significaba que podía confiar en que mi Padre-Madre Dios me colocaría donde más me necesitaban. Como nos aseguran las palabras de Cristo Jesús, “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
La descripción de la Sra. Eddy del hombre, la verdadera identidad de cada uno de nosotros, en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, afirma en parte: “Es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas” (pág. 475). Mientras oraba acerca de la aparente pérdida de empleo, me llegó claramente que por ser la “idea compuesta de Dios”, incluía todas las ideas y cualidades asociadas con el empleo, como actividad, propósito, inteligencia, honestidad, comunicación, integridad, lealtad y así sucesivamente. Como hija de Dios, siempre estoy plenamente empleada en expresar Sus cualidades, y esas cualidades nunca pueden ser amenazadas o eliminadas.
Mientras oraba de esta manera, sentí una profunda paz, sabiendo que Dios es mi único empleador, y que siempre estoy comprometida con los asuntos de mi Padre. Mi empleo en la oficina de bienes raíces fue debidamente terminado, pero en lugar de buscar frenéticamente otro trabajo, me quedé en casa, tranquila y segura de que Dios estaba llevando a cabo Su propósito, y que sólo el bien estaba previsto para mí.
Una semana más tarde, sonó el teléfono, y me encontré hablando con la directora de una escuela fundada en los principios de la Ciencia Cristiana. Después de una breve conversación, me preguntó dónde estaba trabajando. Le expliqué que recientemente me habían despedido y que esperaba encontrar otro trabajo en poco tiempo.
Entonces dijo: “Tenemos una vacante aquí para una madre de dormitorio asistente, y tu nombre sigue viniéndome al pensamiento. Siento que tienes las cualidades que necesitamos en el Departamento de Residentes, para cuidar de nuestros jóvenes internos. ¿Considerarías solicitar el puesto?”
Supe de inmediato que esta era la respuesta a mis oraciones. Sin dudarlo, dije que me encantaría trabajar en la escuela, especialmente porque había sido alumna allí algunos años antes, y tenía un lugar muy especial en mi corazón. A los pocos días, comencé mi nuevo trabajo, donde permanecí durante ocho años muy felices y gratificantes, hasta que nació nuestro primer hijo.
La Sra. Eddy escribe: “El ‘oído divino’ no es un nervio auditivo. Es la Mente que todo lo oye y todo lo sabe, para quien cada necesidad del hombre es siempre conocida y por quien será satisfecha” (Ciencia y Salud, pág. 7). Estoy muy agradecida por haber visto pruebas claras de esta declaración.
Cathrine Hogg
Leatherhead, Surrey, Inglaterra