Una de mis citas favoritas de la Biblia es de Segunda a Timoteo: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (4:2). He tomado esto como un recordatorio de que no importa cuáles sean las circunstancias, no importa lo que esté haciendo, necesito tener la disposición de ponerme a orar mental o audiblemente. Para mí, esta oración comienza así: “Padre, estoy escuchando”. Padre, en este contexto, significa Dios, el Espíritu, la Mente divina. He descubierto que cuando busco seriamente dirección y estoy dispuesta a apartar mis pensamientos de las circunstancias y volverme a Dios, logro obtener dirección.
En julio de 2018, tuve la maravillosa oportunidad de experimentar la alegría sanadora de escuchar mientras oraba. Estaba con mi hija, ayudándola a mudarse a una granja que ella había comprado. Mientras hacía algo de trabajo afuera, tropecé con una tubería de metal oculta en el césped y caí hacia adelante sobre una pila de artículos metálicos de garaje. Un brazo y una muñeca estaban doblados y doloridos, y no podía levantarme. Mi hija estaba al otro lado del jardín en su vehículo, preparándose para ir a buscar suministros agrícolas. Desde el suelo, agité mi otro brazo haciendo señas, pero no me vio.
Este era un momento para orar: “Padre, estoy escuchando”. ¡Mi directiva fue ponerme de pie! Así lo hice. Mi hija se había detenido, así que caminé cuidadosamente hacia ella y le expliqué lo que había sucedido. Ella no es Científica Cristiana, pero siempre demuestra un gran respeto por mis decisiones, y yo por las de ella, con respecto a la atención médica. Suavemente me preguntó si quería que me llevara a la sala de emergencias. Le dije que quería tiempo para orar y que ella podía ir a comprar los suministros, sabiendo que yo estaría bien. Y continuó con su tarea.
Comencé mi oración con “reprender”: corregir. Oré para corregir la falsa creencia del accidente afirmando que los accidentes son desconocidos y no permitidos por Dios, la Mente divina, que es la única Mente que expreso por reflejo. Corregí mi inquieto estado de pensamiento dejando que fuera reemplazado por un estado tranquilo y alerta a la presencia de Dios, y la plena confianza en que todo estaba bien.
Todos tenemos el derecho divino a este estado mental. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, afirma: “No hay muerte, no hay inacción, acción enfermiza, acción excesiva ni reacción” (pág. 428). Sólo hay una forma de acción en la realidad divina, y es la acción armoniosa. Negué la validez de cualquier inacción o reacción de inflamación que estuviera viendo.
A continuación, oré con “reprimenda”: desaprobar con firmeza. Reprendí toda creencia de incomodidad o distorsión en la consciencia y en mi brazo. Sabía que los pensamientos de Dios son solo puros y correctos. Para abordar la inflamación, reprendí la idea de que pudiera estar inflamada con sugestiones de temor, de soledad o dudas acerca de mi capacidad de ser sanada. No era mi capacidad en absoluto. “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). Dios, el Amor, ciertamente estaba guiando los hermosos momentos que estaba pasando con mi hija.
Entonces consideré “exhorta con toda paciencia”: poderosa pero pacientemente, y con compasión, insiste en la verdad. Con Dios a mi lado, siendo paciente y esperando mi próxima directiva, pude sentir Su gracia a mi alrededor. Los brazos del Amor divino me consolaron y sostuvieron a salvo, allí mismo en el camino de entrada.
De pie, simplemente amando el propósito de esta granja, me regocijé por ser parte de la mudanza. Mi hija es maestra de educación especial y estaba cumpliendo su sueño de tener una granja para que sus estudiantes la visitaran. Esa alegría catapultó mi pensamiento a una oración de amor por todo lo que me rodeaba. Al sentir el amor tan predominantemente, supe que nada me había dañado ni podía dañarme. Como hija espiritual de Dios, el Amor, sabía que estaba a salvo, ilesa, nunca en peligro, y jamás podía caer fuera de la presencia amorosa de Dios, la cual estaba en todas partes. No pasaron más de 15 minutos antes de que sintiera un clic en mi brazo y la muñeca se ajustara a su ángulo correcto.
Recurro a Cristo Jesús como mi ejemplo para la curación, y la Sra. Eddy nos ayuda a comprender cómo él sanó, cómo ella sanó y cómo podemos hacerlo nosotros. Esta es una de mis declaraciones favoritas a las que consultar de Ciencia y Salud: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada sino Su semejanza more en tu pensamiento. No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia con la armonía” (pág. 495).
Me aferré firmemente a Dios y a Su idea y no permití que nada más sino la semejanza de Dios permaneciera en mi pensamiento. Seguí escuchando y orando con las ideas espirituales que había aprendido a través de mi estudio de la Ciencia Cristiana, y estaba sonriendo cuando mi hija regresó dos horas más tarde. Le conté de los ajustes en mi brazo y muñeca.
Esa noche llamé a mi esposo para contarle lo que había sucedido. Expresó su preocupación, ya que está acostumbrado a buscar ayuda médica, pero también sabía que yo estaba orando al respecto, lo que está acostumbrado a verme hacer cuando surge un problema.
Seguía habiendo algo de hinchazón e incomodidad en el brazo, pero conduje cinco horas hasta mi casa al día siguiente. Mi esposo dijo que se sentiría mejor si me sacaban una radiografía. Fuimos esa noche. La placa mostró una fractura, pero se había colocado completamente en su lugar. Me dieron la opción de un molde de yeso o un aparato ortopédico removible. Opté por este último porque sabía que lo quitaría pronto.
Seguí manteniendo el pensamiento elevado, dejando que Dios me inspirara, y solo usaba el aparato ortopédico de vez en cuando. Cinco días después de regresar de la casa de mi hija, mi brazo estaba bien. Un médico ortopedista tomó otra radiografía conforme a lo solicitado por el doctor de la sala de emergencias. Todo estaba bien. Me pidió que regresara en tres semanas para una radiografía final. Lo hice, y al mirar la imagen, dijo: “Realmente no estoy seguro ahora si esta es una nueva fractura. Está tan completamente curada, que yo diría que podría haber sucedido hace treinta años”. Mi corazón se llenó de regocijo y gratitud. Compartí esto con mi hija y mi esposo, y ambos se alegraron.
“Redargüir, reprender, exhortar” son esenciales para la forma de vida de la Ciencia Cristiana y todo aquel que pone a Dios primero puede ejercerlas anulando todas las creencias de desarmonía cualesquiera sean. Han pasado más de dos años y medio desde esta curación, y ha sido completa en todos los sentidos.
¡Mi gratitud por toda una vida de practicar la Ciencia Cristiana y sus enseñanzas es inconmensurable! Alabado sea Dios por este regalo a toda la humanidad.
Carol Nelden
Charlevoix, Michigan, EE.UU.