Después de un accidente que la dejó con un brazo fracturado, Carol se volvió a Dios en oración; sabiendo que nada la había dañado ni podía hacerle daño. Como hija espiritual de Dios, el Amor, reconoció que estaba a salvo, ilesa, nunca en peligro, y jamás podía apartarse de la omnipresencia amorosa de Dios. A continuación, se produjo una curación rápida y permanente.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!