Hace varios años, tenía dolor en las articulaciones de mis piernas, y me resultaba muy difícil subir o bajar escaleras, o incluso dar pequeños pasos para hacerlo en la acera. El dolor era insoportable. Cambiar los zapatos mejoró muy poco la situación. Como siempre hago, me volví a Dios para sanar y oré con las verdades que había aprendido en mi estudio de la Ciencia Cristiana. Esta Ciencia enseña que la vida no está en la materia, sino en Dios, la Mente divina. En el primer capítulo del Génesis en la Biblia, dice que el hombre de Dios está creado espiritualmente. También dice que Dios creó todo y, cuando terminó, vio que “era bueno en gran manera” (versículo 31).
Oré para saber que en la creación de la Mente divina no hay historia de imperfección, de pecado, enfermedad o muerte, puesto que la Mente no creó nada que no sea bueno y perfecto. No hay debilidad, dolor o inflamación en la Mente divina o en el reflejo de la Mente divina, el hombre, la identidad espiritual de cada uno de nosotros. Nuestro verdadero ser es libre y no sufre de dolor alguno. Seguí orando y estudiando la Ciencia Cristiana para comprender mejor que esto es lo que Dios sabe de mí, y persistí en negar la falsa afirmación de los sentidos físicos de que estamos sujetos al dolor y la discapacidad.
Al poco tiempo, pude subir unos cuantos tramos de escaleras varias veces al día sin dolor y con facilidad. Siento muchísima gratitud por la Ciencia Cristiana, la cual revela que la Mente divina, la inteligencia infinita que creó al hombre y al universo, nos mantiene perfectos.
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