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Original Web

Sana de lesión en la pierna y astigmatismo

Del número de marzo de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 3 de diciembre de 2020 como original para la Web.


Como recordaba uno de sus alumnos, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, una vez explicó de este modo cómo sanar instantáneamente: “Te diré la manera de hacerlo. ¡Es amar! Simplemente vive el amor —sé el amor— ama, ama, ama. No conozcas nada más que el Amor. Sé todo amor. No hay nada más. Eso hará el trabajo. Sanará todo; resucitará a los muertos. No seas nada más que amor” (We Knew Mary Baker Eddy, Expanded Edition, Vol. I, pp. 296–297). 

Este “Amor” al que hay que conocer es Dios, tal como la Biblia nos dice: “Dios es amor” (1Juan 4:16). La Sra. Eddy describe el Amor que es Dios de muchas maneras; como “el Amor siempre presente que llena todo espacio” (Mensaje a La Iglesia Madre para 1900, pág. 1), y la “gentil presencia, gozo, paz, poder” (Escritos Misceláneos, pág. 389). 

Hace algunas décadas, cuando enseñaba en una universidad en la República Popular China, pude poner en acción esas palabras sobre el poder del Amor cuando me lastimé una pierna. Al vivir el amor, ser el amor y conocer únicamente el amor de Dios, no solo sané de la lesión en la pierna, sino que también sané del astigmatismo que padecía desde hacía tiempo.

Aproximadamente un mes después de que mi hijo adolescente y yo llegamos a China, los estudiantes me invitaron a un baile de salón. Me encantaba el baile de salón, y tenía muchas ganas de asistir a este evento.

Esa noche, mientras bailábamos, sentí un chasquido en la pierna y ya no pude controlarla ni pararme sobre ella. El estudiante con el que bailaba me ayudó a salir de la pista y llegar a una silla. Yo no quería perturbar el baile y le dije que me dejara allí y que observaría a los demás. Mientras tanto, empecé a orar. 

En ese momento, yo no tenía ningún temor. De hecho, ni siquiera pensaba en no poder caminar. Lo único que tenía era una sensación muy intensa de alegría y lo que sentía era el amor de Dios; un sentimiento cálido de que Él estaba siempre presente. Era como estar rodeada por Su luz, la que llena todo el espacio y mi propio ser. Esto me hizo sentir un amor espiritual muy profundo por mi familia, por la gente con la que estaba y por todo el universo. Durante las dos horas que estuve allí sentada, experimenté la sensación más poderosa del amor de Dios rodeándonos a todos. Dentro de mi corazón, supe que Dios, el Amor divino, está en todas partes. 

Cuando terminó el baile y el personal de la universidad fue informado de mi problema, me proporcionaron un auto para llevarme de regreso al hotel y luego me acompañaron a mi habitación. 

En aquella época no teníamos teléfono en nuestra habitación, y la única manera de llegar a uno era bajar tres tramos de escaleras, ya que no había ascensores. Como era tarde por la noche y no había personal de guardia en el vestíbulo del hotel, tuve que esperar hasta la mañana para llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana en los Estados Unidos para que orara por mí. Cuando me preparaba para ir a la cama, vi la apariencia física de la pierna y me di cuenta de que se consideraría una lesión grave; no obstante, todavía me sentía abrazada por esa maravillosa sensación del amor de Dios y dormí en paz.

A la mañana siguiente, mi hijo me ayudó a bajar las escaleras, y pude comunicarme con un practicista en los Estados Unidos para que me diera un tratamiento de la Ciencia Cristiana. El servicio telefónico era muy esporádico, y sólo tuve un par de minutos para decirle que me había lesionado la pierna antes de que se cortara la comunicación, pero sabía que él estaba orando por mí.

Naturalmente, el personal de la universidad estaba muy preocupado por mí, ya que eran responsables de mi bienestar, y querían llevarme a un hospital. Les expliqué por qué eso no sería necesario, y aunque no podían entender cómo era posible llamar a alguien en los Estados Unidos para obtener una curación física en China, fueron muy respetuosos de mi decisión. 

La lesión se produjo un viernes por la noche, y para el lunes por la mañana pude bajar las escaleras por mi cuenta apoyándome en la barandilla. La universidad me proporcionó un coche y un conductor durante una semana para ir y volver, porque estaba muy lejos del hotel y viajar incluía subir y bajar cientos de escalones. Pude continuar enseñando, apoyada durante las clases por esa grandiosa sensación del amor de Dios que me rodeaba a mí y a todos. Lo único que podía sentir era este amor.

Una semana después, caminaba sola, pero con una marcada cojera. En aquel entonces, un General del Cuerpo Médico del Ejército de los Estados Unidos se estaba alojando en mi hotel, y a menudo comíamos juntos. Cuando observó mi cojera, me preguntó qué me había pasado. Le expliqué las circunstancias y que al principio no podía usar la pierna. Dijo que parecía como si me hubiera desgarrado un tendón y que deberían de haberme operado para reconectar las partes separadas. Estaba asombrado de que caminara tan bien, y reconoció el mérito de la Ciencia Cristiana por mi capacidad de caminar perfectamente. 

En un mes, mi pierna estaba totalmente sana. Durante el resto del año, pude caminar muchos kilómetros y subir cientos de escalones, ya que esta era una ciudad montañosa y no había bicicletas, ¡y seguí bailando en el salón de baile! Hice todo esto sin tener ya ningún dolor físico ni cojear.

Durante ese tiempo, el personal de la universidad, los estudiantes y otros me habían observado de cerca cada día mientras continuaba fortaleciéndome y caminando normalmente de nuevo. Después de que me sané, expresaron su sorpresa de que esta curación se hubiera producido sin asistencia médica. 

El verano siguiente, como Teniente Coronel de la Reserva del Ejército de los Estados Unidos, fui llamada al servicio activo en Japón. Cada año, el Ejército requería un examen físico completo, y tuve que enumerar cualquier cambio físico que hubiera ocurrido durante el año anterior. Me tomaron radiografías y realizaron pruebas para ver si había algún efecto permanente de la lesión en la pierna y no encontraron ninguna señal de discapacidad. Estaba completamente sana.

Más tarde, cuando el optometrista del ejército examinó mis ojos y comparó sus hallazgos con la prescripción de mis gafas, expresó: “Estas no pueden ser tus gafas”. Le pregunté por qué, y me dijo que tenían una corrección muy alta para astigmatismo. Le conté que lo había tenido desde los diez años. Él manifestó que eso era imposible, porque no había ninguna señal de ello en mis ojos. Luego preguntó cómo podía ser eso. La única respuesta que me llegó fue que yo veía como Dios ve. Durante el año anterior, mi pensamiento había estado rebosante de ese gran amor de Dios. Nunca antes había tenido un sentido tan ilimitado de Su amor. Un oftalmólogo también verificó este cambio en mis ojos cuando regresé a los Estados Unidos.

Estas curaciones ocurrieron hace más de 30 años, y solo una vez, hace unos 12 años, experimenté dolor en la misma área de mi pierna. Con la ayuda mediante la oración de un practicista de la Ciencia Cristiana, esto sanó rápidamente y no ha regresado. Sabía que no podía haber un regreso a posiciones superadas, como explica Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras en la página 74: “En la Ciencia Cristiana jamás hay un paso retrógrado, jamás un regreso a posiciones superadas”. Estoy muy agradecida por haber experimentado este poder maravilloso y sanador del Amor divino en mi vida.

Charlotte G. Kinney
Carlisle, Pensilvania, Estados Unidos

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