Siempre me ha gustado cantar. No soy solista, pero me agrada cantar en grupos y en la iglesia. Y me encanta sentarme al piano y tocar y cantar sola, para Dios. No es una actuación; para mí es una forma de oración, reconociendo la belleza del Alma divina expresada en una melodía o la verdad espiritual que sustenta las palabras de un himno o solo sagrado.
Sin embargo, estuve más de un año sin poder cantar normalmente. La mecánica de mi voz no parecía funcionar. Al principio, tampoco podía hablar con total libertad.
Oraba por esto constantemente. En mis oraciones diarias por la Iglesia, mi oración principal era una afirmación de que la voz de Dios no podía ser silenciada. Mary Baker Eddy escribe: “La iglesia es el vocero de la Ciencia Cristiana…” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico y Miscelánea, pág. 247), por lo que sentía que mi oración realmente apoyaba todos los aspectos de la Iglesia, y abrazaba mi trabajo para la organización de la iglesia.
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