En un momento de mi vida enfermé gravemente. Quería confiar en la Ciencia Cristiana, ya que había experimentado muchas pruebas del poder sanador de Dios a lo largo de los años. Sin embargo, mi amiga más cercana y sus padres, que observaron el deterioro de mi salud, estaban muy preocupados y me instaron a ver a un médico.
A fin de calmar el temor de mis amigos, que no eran Científicos Cristianos, fui al hospital universitario de mi ciudad y me dirigieron al departamento de oncología. Me sometí a numerosos exámenes y varios médicos fueron consultados para evaluar los resultados. Me dijeron que nada podían hacer para ayudarme porque no había ningún tratamiento médico conocido que pudiera curar esta enfermedad. Dijeron que solo un milagro podría salvarme y que iba a morir. Mencionaron un nombre específico para la enfermedad, un tipo particular de cáncer.
Más tarde, en una ocasión, al visitar una librería, tuve la tentación de buscar el nombre en un libro de consultas sobre medicina que encontré. Cuando llegué a la página correspondiente, leí algo horroroso. Sin embargo, escuché una voz muy fuerte que decía: “¡No! ¡Esto no es verdad! ¡Eres la imagen y semejanza de Dios!”. Así describe la Biblia a los hijos de Dios en su primer libro, el Génesis.
Para experimentar la vida que Dios creó, que es buena “en gran manera” (Génesis 1:31), sabía que tenía que “re[vertir] el caso. [Ser] el portero a la puerta del pensamiento”, como explica la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras en la página 392. Ella continúa diciendo: “Admitiendo sólo las conclusiones que deseas que se realicen en resultados corporales, te controlarás armoniosamente a ti mismo”. No obstante, al sucumbir a la tentación de buscar detalles sobre esta enfermedad, ya había admitido en mi pensamiento el miedo, la desolación y el caos. Tenía que expulsarlos de mi pensamiento dejando entrar el Amor divino, la mentalidad espiritual y la pureza.
El veredicto de que no había tratamiento médico disponible hizo que mis amigos aceptaran mi decisión de confiar enteramente en la Ciencia Cristiana. Le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara conmigo, y comencé a revertir el devastador veredicto volviéndome de todo corazón a Dios.
Durante este período, el Padre Nuestro con su interpretación espiritual por Mary Baker Eddy me abrió los ojos y adquirió un nuevo significado para mí, en particular, esta parte acerca de Dios: “Santificado sea Tu nombre. / Único adorable” (Ciencia y Salud, pág. 16).
Si Dios es el Único adorable —el omnipotente y supremo— ningún otro nombre puede impresionarme. Estudié otras denominaciones para Dios, derivadas de la Biblia y mencionadas en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda la sustancia; inteligencia” (Ciencia y Salud, pág. 587). Razoné que si Dios es todo sustancia, entonces no puede haber nada, ninguna cosa, desemejante a Él que pueda pretender ser sustancia, tener alguna existencia o algún efecto. Si Dios es Vida, entonces yo reflejo plenamente la Vida, porque soy Su idea. Si Dios es Verdad, puedo dar fe de que la Verdad tiene todo el poder. Si Dios es Amor, estoy rodeada y llena de amor. No hay espacio para el temor. Sentí el amor de Dios por mí, como Su hija preciosa; y todo el miedo desapareció.
Sin embargo, seguí orando más profundamente acerca de la idea de que Dios es el “Único adorable”. El Primer Mandamiento de la Biblia se relaciona con esta declaración al decir que solo debemos tener un Dios, y ningún otro dios (véase Éxodo 20:3). Solo hay un Dios, que es omnipotente, omnipresente, y puesto que es omnipotente, yo sabía que podía confiar enteramente en Él; podía honrarlo al adorarlo de esta manera.
En mis estudios espirituales y oraciones anhelaba entender mejor a Dios y mi relación con Él. El practicista me pidió que orara con “la declaración científica del ser”, en la página 468 del libro de texto de la Ciencia Cristiana, que comienza: “No hay vida, verdad, inteligencia, ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo en todo”. Me pregunté: ¿Cuál es la verdad acerca de mi identidad? La idea de Dios es pura y preciosa. ¿Puede haber algo tan desemejante a Dios manifestándose en mí y destruyendo mi identidad espiritual? Si Dios es Todo-en-todo, no hay nada que pueda existir fuera de la totalidad de Su bondad, y yo existo en Su bondad.
El practicista también me indicó que estudiara el capítulo “La Ciencia del ser” en Ciencia y Salud. Fueron un regocijo para mí esta lectura y este estudio reflexivos. Encontré especial consuelo en este pasaje de ese capítulo: “El Principio divino del Primer Mandamiento es la base de la Ciencia del ser, por la cual el hombre demuestra la salud, la santidad y la vida eterna” (pág. 340).
¿Qué tiene que ver eso con mi experiencia? Debido a las leyes espirituales de la Ciencia del ser, puedo experimentar y demostrar “la salud, la santidad y la vida eterna”. No estoy sujeta a leyes físicas. La gran verdad en la Ciencia del ser es que somos, fuimos y siempre seremos perfectos, por ser la imagen y el pleno reflejo de Dios: libres de dolor, puros y completos. Las ciencias materiales no pueden informarme acerca de mi ser; a través de la oración y el estudio obediente del capítulo “La Ciencia del ser”, profundicé mi comprensión espiritual y encontré respuestas a la pregunta: “¿Qué es mi verdadero ser?” Dios es Vida y Dios es mi vida. Por lo tanto, expreso vitalidad, fortaleza y alegría.
En unas dos semanas sané totalmente. Esto ocurrió hace más de 25 años, y la curación ha sido completa y permanente. Estoy muy agradecida por el practicista de la Ciencia Cristiana que oró y se regocijó conmigo por esta importante curación.
La amiga que al principio se preocupó tanto pensando que era irresponsable no buscar ayuda médica para una enfermedad tan grave, fue testigo de esta curación. Convencida de que la Ciencia Cristiana sí sana, comenzó a estudiarla. Hoy es una devota Científica Cristiana.
Estoy profundamente agradecida a Mary Baker Eddy por descubrir las leyes espirituales de la curación cristiana científica, y por darnos la Ciencia del ser en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. La Ciencia Cristiana es confiable, eficaz y está disponible para todos. Realmente, Dios es omnipotente, el Único adorable.
Ursula B. Mueller
Princeton, Nueva Jersey, EE.UU.
    