Cuando los tiempos son difíciles, es natural recurrir a cualquier cosa que nos haya resultado útil para salir adelante. Quizás también busquemos algo que podamos aprender de los demás. Siempre que el contagio es un problema en nuestras comunidades, a menudo me encuentro considerando tres lecciones que han surgido a lo largo de los años y que me han enseñado acerca de nuestra capacidad para enfrentar y superar este problema con confianza.
La primera lección trata sobre nuestra relación con Dios, el Espíritu infinito que llena todo el espacio. El apóstol Pablo escribió: “Vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros” (Romanos 8:9). Puede parecer que somos cuerpos físicos que viven en un mundo material, pero esa no es nuestra esencia como Dios nos conoce. Nuestra verdadera identidad es espiritual. Lo que verdaderamente nos define son las cualidades de Dios, y nosotros hemos sido hechos para expresar Su naturaleza.
Dios es totalmente bueno, al igual que Su creación. Esto significa que en realidad somos perfectos e íntegros, por siempre ilimitados por las llamadas leyes materiales de la salud. Solo Dios crea las condiciones para el hombre, y esas condiciones son siempre espirituales y armoniosas.
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