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El Salmo 91: Una promesa de seguridad

Del número de agosto de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de mayo de 2021 como original para la Web.


Una búsqueda en línea de comentarios bíblicos sobre el Salmo 91 puso este amado salmo primero en los resultados de búsqueda que abordan explícitamente el coronavirus. Los títulos incluían: “¿Qué dice realmente el Salmo 91 sobre el coronavirus?” y “¿Qué manifiesta el Salmo 91 sobre tus temores sobre el coronavirus?”. Es maravilloso saber que muchas personas encuentran consuelo al recurrir a la Biblia cuando enfrentan problemas, y aprecian este salmo como una oración de petición y esperanza.

Como Científica Cristiana, me encanta el Salmo 91 porque es una afirmación y descripción de lo que ya es verdadero. Por medio de la Ciencia Cristiana, que le fuera revelada a Mary Baker Eddy y la cual ella explica, obtenemos una comprensión más profunda y práctica de que estamos viviendo nuestra vida eterna ahora. Las promesas de Dios se cumplen ahora. Moramos en Su reino ahora. Y somos amados y estamos seguros y tranquilos ahora, al apoyarnos en Su poder y presencia.

Aprecio mucho una valiosa lección que aprendí acerca de cómo nuestra comprensión de la verdad espiritual más sencilla inevitablemente nos bendice no solo a nosotros, sino también a los demás. Cuando mi esposo y yo estábamos planeando un viaje a las selvas tropicales de Costa Rica, él decidió tomar medicamentos contra la malaria, ya que esta se considera un riesgo en esa parte del país. Yo quería confiar en el poder protector de Dios y recurrí a Él en busca de guía.

Me vino la idea de leer el Salmo 50, versículo 10 (LBLA), aunque no tenía idea de lo que había en ese versículo. Así que abrí mi Biblia y leí: “Porque mío es todo animal del bosque”. Me emocionó esta clara respuesta a mi oración. Seguramente “todo animal” incluiría a los mosquitos, y todo lo que pertenece a Dios solo podía ser inofensivo y bueno.

En Costa Rica, nos alojamos en albergues en lo profundo de la selva tropical, los que estaban ubicados en una red de vías fluviales. En todos los lugares en los que nos hospedamos, nos dijeron cuán afortunados éramos de estar libres de mosquitos justo en la temporada en que generalmente son más problemáticos. Todos estaban disfrutando de su experiencia.

De repente pensé: “¡Por ​​supuesto! Por supuesto que todos serían bendecidos, ¡no solo yo!”. Cuando comencé a orar en casa, pensé que estaba orando para protegerme a mí misma de las enfermedades. Pero realmente, estaba pensando en una verdad universal: la verdad de la creación perfecta de Dios y el cuidado perfecto por todos nosotros.

Me di cuenta de que es así como funciona la oración científica. Nunca debemos dejarnos intimidar por algo que parece tan abrumador que creemos no saber siquiera cómo empezar a orar por ello, tal como una pandemia mundial. Simplemente comenzamos con Dios, con Su perfecta bondad, poder absoluto y amor confiable. Podemos tomar una “pequeña” verdad que sabemos con cada fibra de nuestro ser que es verdadera, y orar con ella. Al comprender que Dios es la Verdad divina, conseguimos estar seguros de que la Verdad es universal e imparcial; la Verdad divina llena todo el espacio y se aplica a toda la creación.

Con esto en mente, he estado estudiando específicamente dos versículos del Salmo 91: “Porque has puesto al Señor, que es mi refugio, al Altísimo, por tu habitación. No te sucederá ningún mal, ni plaga se acercará a tu morada” (versículos 9 y 10, LBLA). He reflexionado sobre estos dos versículos día tras día y he descubierto que abarcan mucho. A mí me dicen: Ninguna creencia en el mal puede destruir o aplastar nuestros buenos pensamientos. No podemos ser plagados ​​por el error —por nada que se oponga a Dios— ni ser infectados por el miedo, la frustración o el desaliento. Esta es una promesa de inmunidad contra todo error. 

Por supuesto, todos serían bendecidos, ¡no solo yo!

Tenemos una parte que cumplir en la demostración de las promesas de Dios en nuestra vida. Cuando se nos promete que ningún mal o plaga puede acercarse a nuestra morada, esa promesa requiere que sepamos dónde vivimos: con el Señor, nuestro refugio, el Altísimo. Podemos confiar en esta poderosa promesa si comprendemos que habitamos con Dios.

De hecho, el Salmo 91 comienza con la idea de habitar: “El que habita al abrigo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente”. La promesa de seguridad absoluta se manifiesta cuando encontramos refugio en el Altísimo, en la elevada comprensión de Dios como Mente, Verdad y Espíritu divinos. Esta comprensión pura eleva nuestra forma de pensar desde una perspectiva de la vida basada en la materia hacia la verdad de nuestra existencia como hijos amados de Dios.

Cuando comprendemos que nosotros, nuestros seres queridos y toda la humanidad, “vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28, LBLA) en Dios, el Amor divino, sabemos que estamos a salvo. No hay temor en el Amor; no hay soledad cuando nos acompaña nuestro Padre-Madre Dios; no hay confusión cuando moramos en la Mente perfecta y totalmente armoniosa; y no hay escasez en el Espíritu infinito, la fuente de toda provisión.

Podemos aceptar la promesa de que ninguna plaga se acercará a nuestra morada, porque nosotros, y toda la humanidad, habitamos siempre y eternamente en el Espíritu, el Dios todopoderoso.

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