Durante mucho tiempo, tuve el profundo deseo de dar un testimonio en una reunión de testimonios de la Ciencia Cristiana, pero siempre me embargaba el miedo y me impedía hablar. Incluso iba a las reuniones preparada con algo escrito para no olvidar nada, y practicaba decirlo con anticipación, sin embargo, me quedaba sentada en silencio, sin decir nada en absoluto. Tenía miedo de no ser lo suficientemente elocuente como para expresarme con claridad, especialmente después de escuchar lo bien que hablaban otros testificantes, y que yo no estaría a la altura de las circunstancias en comparación con ellos.
Finalmente, llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí por este problema. Durante nuestra conversación, también le pedí al practicista que le diera tratamiento a través de la oración a mi hijo pequeño porque era tartamudo. Cada vez que trataba de decir una palabra, pisaba fuerte con el pie hasta que salía la palabra de su boca. El practicista accedió a orar y me aseguró que tanto mi temor de hablar como la frustración de mi hijo con el habla eran errores que podían corregirse espiritualmente.
Empecé a buscar referencias relacionadas con el habla en la Biblia y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Lo que más me ayudó fue el relato de Moisés, donde parecía estar preocupado por su capacidad para expresarse. Cuando Dios le dijo a Moisés que fuera ante Faraón y le mandara que dejara ir a los hijos de Israel, Moisés protestó porque era “tardo en el habla y torpe de lengua”. Dios le dijo a Moisés: “¿Quién dio la boca al hombre? … Estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar” (Éxodo 4:10-12). Moisés hizo lo que Dios le mandó, confiando en que Él gobernaría su discurso, y fue capaz de cumplir la misión que Dios le había designado.
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