Me enteré de la Ciencia Cristiana por una amiga en el bachillerato. Yo era miembro activo de una iglesia protestante y me preocupaba que mi amiga rechazara una aspirina cuando tenía dolor de cabeza. Ella me explicó que era Científica Cristiana y estaba acostumbrada a recurrir a Dios para sanar. Empecé a leer sobre la Ciencia Cristiana para poder ayudarla a ver lo que creía que era la falsedad de esta “peligrosa” religión.
Durante varios meses, tuvimos muchas conversaciones sobre Dios y nuestra relación con Él, y también pude hacerle preguntas a la madre de mi amiga, que era practicista de la Ciencia Cristiana. Pero seguí tratando de persuadir a mi amiga de su fe.
Un día, me enfermé. Tenía todos los síntomas de una gripe estacional. Sola en mi habitación, pensé: “Bueno, ¿qué haría mi amiga si se enfrentara con esta enfermedad?”. Durante unos minutos, oré sinceramente. Reconocí que hay un solo Dios, que Dios es bueno, que Él creó todo, y que Su creación, incluido el hombre (la verdadera identidad de todos), es muy buena, como nos dice el primer capítulo del Génesis. También reconocí que Dios es todopoderoso, y ciertamente lo suficientemente fuerte como para mantener en perfección a toda Su creación. A continuación, admití para mí misma que esta enfermedad no podía ser parte del plan de Dios para mí o tener un lugar en la realidad. Tenía que ser una mentira, y no tenía que creerla.
Eso fue todo. ¡Me sentí bien! Francamente, me asustó. Me preguntaba si yo había “pensado” que estaba bien, y traté de volver a pensar que estaba enferma. Pero no funcionó. Estaba completamente libre.
A partir de entonces, empecé a estudiar esta Ciencia en serio. Cambió mi vida. Entre los resultados inmediatos se encuentran: las tareas escolares me resultaron menos difíciles, mis calificaciones mejoraron y disfruté de mejores relaciones. A lo largo de los años, he aprendido cada vez más acerca de lo que es Dios, qué soy yo y que el amor de Dios está siempre conmigo.
Hace muchos años de esto, y he aprendido que el progreso continuo y los resultados sanadores requieren un estudio diligente, oración y crecimiento espiritual. No obstante, no puedo imaginarme vivir sin estas leyes divinas que corrigen y sanan. ¡Estoy tan agradecida por mi amiga, que fue lo suficientemente generosa como para compartir conmigo su gran amor por la Ciencia Cristiana!
Terri Murdock
