Me enteré de la Ciencia Cristiana por una amiga en el bachillerato. Yo era miembro activo de una iglesia protestante y me preocupaba que mi amiga rechazara una aspirina cuando tenía dolor de cabeza. Ella me explicó que era Científica Cristiana y estaba acostumbrada a recurrir a Dios para sanar. Empecé a leer sobre la Ciencia Cristiana para poder ayudarla a ver lo que creía que era la falsedad de esta “peligrosa” religión.
Durante varios meses, tuvimos muchas conversaciones sobre Dios y nuestra relación con Él, y también pude hacerle preguntas a la madre de mi amiga, que era practicista de la Ciencia Cristiana. Pero seguí tratando de persuadir a mi amiga de su fe.
Un día, me enfermé. Tenía todos los síntomas de una gripe estacional. Sola en mi habitación, pensé: “Bueno, ¿qué haría mi amiga si se enfrentara con esta enfermedad?”. Durante unos minutos, oré sinceramente. Reconocí que hay un solo Dios, que Dios es bueno, que Él creó todo, y que Su creación, incluido el hombre (la verdadera identidad de todos), es muy buena, como nos dice el primer capítulo del Génesis. También reconocí que Dios es todopoderoso, y ciertamente lo suficientemente fuerte como para mantener en perfección a toda Su creación. A continuación, admití para mí misma que esta enfermedad no podía ser parte del plan de Dios para mí o tener un lugar en la realidad. Tenía que ser una mentira, y no tenía que creerla.
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