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Original Web

Hablar en público y la cálida bienvenida del Amor

Del número de agosto de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 10 de mayo de 2021 como original para la Web.


Cuando Dios le dijo a Moisés que tenía una tarea sagrada para él —liberar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto— Moisés tuvo dudas, y estaba seguro de que nadie creería que Dios lo enviaría a él a liberar a Israel (véase Éxodo, caps. 3–4). Entre las dudas que tenía de sí mismo estaban que era “tardo en el habla y torpe de lengua”. Pero Dios eliminó la resistencia de Moisés con esta poderosa afirmación: “Yo estaré contigo”. Y así fue, porque Moisés triunfó al liberar a los hijos de Israel y guiarlos a la Tierra Prometida. Y su travesía termina con un canto de alabanza a Dios que la Biblia atribuye a Moisés (véase Deuteronomio 32).

Innumerables personas pueden relacionarse con los sentimientos de ineptitud de Moisés. Por ejemplo, los estudios demuestran que muchos de nosotros tenemos miedo de hablar en público. El avance profesional a veces depende de superar este temor, de poder presentar informes con toda libertad y confianza y hacer presentaciones o aportar ideas innovadoras y útiles en las reuniones. Como aprendió Moisés, podemos confiar en que Dios nos proporcionará la capacidad para realizar las tareas que nos da.

La Biblia enseña que Dios es todopoderoso y está en todas partes porque es el Espíritu divino e infinito. Dondequiera que estemos, Dios está allí mismo con nosotros. Coexistimos con Él y está siempre a nuestro lado, y nos protege, nos guía, nos instruye, nos alienta y fortalece. No hay lugar para el temor en la atmósfera universal del Amor divino. Y la mujer y el hombre espirituales hechos a semejanza de Dios (véase Génesis 1:26, 27) expresan eternamente el dominio, el aplomo, la confianza, el valor y la gracia que Dios les ha dado. Superamos el temor a ser juzgados o ridiculizados por los demás por medio de la constante convicción de que Dios es el poder detrás de las ideas correctas y de nuestra capacidad de expresarlas claramente. Toda sugestión de timidez o cobardía puede ser reemplazada por la certeza de que Dios siempre apoya la actividad correcta, lo cual nos faculta a llevar a cabo con éxito un trabajo honesto en nuestra vida diaria.

Solía sentirme muy incómoda al hablar ante un grupo de mis compañeros en la escuela, el trabajo, la iglesia y otras reuniones. Pero hace años tuve una experiencia transformadora que venció ese temor, así como las palmas sudorosas, la voz temblorosa y la ansiedad. 

Me habían pedido que presentara a un orador en una reunión organizada por mi iglesia. Había escrito, memorizado y ensayado la presentación. Pero cuando se avecinaba la reunión, el nerviosismo se apoderó de mí. No me sentía capacitada para esa tarea y esperaba que hubiera una salida. 

Una noche, les pedí consejo a los miembros de mi iglesia sobre la presentación. Uno de ellos me miró con gran bondad y me dijo: “Haz que sientan la cálida bienvenida del Amor (Dios)”.

A pesar de la gran multitud, sólo sentí amor, alegría y calidez, no nervios.

Las palabras no pueden describir cuán profundamente me conmovió esta respuesta. Expuso la verdad y alivió mi corazón, y me liberó en seguida del miedo. Mi opinión de mí misma cambió de inmediato de ser un mortal acosado a ser la hija preciada de Dios. Comprendí que realmente reflejo a Dios, el Espíritu divino, porque soy Su idea totalmente espiritual, y rechacé la idea de que era un mortal temeroso, sujeto a cualquier tipo de fobia. Dos versículos de la Biblia rápidamente me vinieron a la mente: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18) y “No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio” (2 Timoteo1:7).

Me di cuenta de que mi deseo desinteresado de servir a mi iglesia era un reflejo del Amor divino. La capacidad de cumplir con este deber no estaba limitada por mi falta de práctica o de experiencia. Era una expresión del Amor divino, que me proporcionaba claridad, enfoque, aplomo, elocuencia y gracia. Pensar de esta manera elevó mi pensamiento acerca de esta oportunidad para verla no como una mera actividad humana, sino para reconocerla como una actividad divina bajo la dirección, protección y guía de Dios, segura y arraigada en Su reino y protegida de todo esfuerzo por paralizarla, anularla o frustrarla. 

Por último, me di cuenta de que, en este caso, estaba representando a los miembros de mi filial al dar la bienvenida a todos a nuestra iglesia y presentarlos a nuestro orador invitado. Como anfitriona, naturalmente quería que todos sintieran “la cálida bienvenida del Amor”. Recordé que un miembro de la iglesia me había dicho una vez que el nerviosismo representa egocentrismo y ego mortal. En la Ciencia Cristiana, yo había aprendido que Dios, el gran YO SOY (véase Éxodo 3:14), es el único Ego que cada uno refleja. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “La comprensión de que el Ego es la Mente, y de que hay una sola Mente o inteligencia, comienza de inmediato a destruir los errores del sentido mortal y a proporcionar la verdad del sentido inmortal. Esta comprensión hace el cuerpo armonioso; hace de los nervios, los huesos, el cerebro, etc., siervos, en lugar de amos. Si el hombre es gobernado por la ley de la Mente divina, su cuerpo está en sumisión a la Vida, la Verdad y el Amor eternos” (pág. 216).

Al ver con mayor claridad que toda esta actividad de la iglesia era una expresión del Amor divino hacia nuestra comunidad, la paz y la alegría llenaron mi corazón. La noche de la charla, la iglesia estaba llena. A pesar de la gran multitud, sólo sentí amor, alegría y calidez, no nervios. La presentación transcurrió sin problemas, y el evento fue bien recibido.

Después de esta experiencia, me di cuenta de que disfrutaba participar en las reuniones semanales del personal en el trabajo, las reuniones de testimonios de los miércoles en la iglesia y otras reuniones. Hablaba con renovada libertad y paz, y todavía lo hago, confiada en la capacidad que Dios me dio para participar de una manera significativa y útil en cualquier grupo.

Tenemos una opción: En lugar de estar nerviosos o tener pensamientos y temores egocéntricos, podemos reconocer que estamos gobernados por la ley de la Mente divina, la cual trae calma y dominio. Podemos apoyarnos en la omnipresencia y omnipotencia de Dios y percibirlas, y también tomar conciencia de nuestra verdadera naturaleza espiritual como el niño radiante, intrépido y amoroso de Dios. A medida que mantenemos el pensamiento centrado en Dios y Su infinita bondad, nuestra expresión desinteresada de amor por Él y por nuestro prójimo extiende sus intrépidas alas y se eleva.

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