Hace algún tiempo trabajé en un equipo que se encargaba de crear y desarrollar un producto y sacarlo al público en la fecha límite. Había estado en este pequeño equipo durante bastante tiempo cuando se unió una persona nueva. Si bien era entusiasta y muy creativo, tenía mucho que aprender. Se le ocurrían ideas que sonaban muy bien pero que no eran realmente sólidas y no era capaz de ejecutar.
Realmente me molestaba porque le correspondía al resto del equipo —y en muchos casos, a mí en particular— encontrar una forma de hacer que las cosas funcionaran, y a menudo se tenía que empezar de nuevo.
Un día le pregunté a otro miembro del equipo qué podía hacer para evitar que esta persona siempre esperara que yo arreglara las cosas por él. De la manera más amorosa que pudo, ella me dijo: “Dejará de admirarte cuando dejes de tenerlo a menos”.
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