Era hora de comenzar a presentar solicitudes en las escuelas de bachillerato. Durante el último año de la escuela intermedia, todos los estudiantes del sistema público escolar de la ciudad de Nueva York tienen que pasar por este proceso.
Tenía excelentes calificaciones y decidí solicitar en algunas escuelas competitivas, pero mi consejero decidió no enviar mi solicitud a ninguna de ellas. De hecho, se encargó de presentar por su cuenta una solicitud a un bachillerato vocacional local. Yo no me enteré de esto hasta que descubrí que varios estudiantes con puntajes de examen mucho más bajos que los míos habían sido aceptados en algunas de las escuelas a las que yo había querido asistir. Para entonces ya había pasado la fecha límite para presentarme a cualquiera de las mejores escuelas de mi elección.
Cuando le pregunté al consejero por qué había hecho eso, me dijo que las niñitas nunca deben alejarse de donde pertenecen. Yo soy una persona de color muy pequeña e inmigrante de primera generación. Nuestra familia había salido de El Salvador hacia los Estados Unidos cuando yo tenía tres o cuatro años. Pensé que el comentario del hombre era misógino y racista. Parecía que todos esperaban muy poco de las personas que lucían como yo.
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