Quería un parto en casa totalmente natural para mi segundo hijo. Había tenido una experiencia negativa en el hospital con mi primer hijo, y desde entonces, había crecido enormemente en mi fe y confianza en Dios.
A través de la oración, fui guiada a un equipo de parteras en particular. Compartí con ellas que era Científica Cristiana y que confío en la oración para la atención a la salud y la curación. Las parteras ni se inmutaron. Mientras que otras posibles parteras habían parecido desanimadas y preocupadas, como si esperaran que algo saliera mal, este equipo era diferente. Una de las parteras incluso dijo: “¡Eso es genial!”. Ella respetaba mi decisión, y durante mis momentos de duda, me alentaba y apoyaba con mucho entusiasmo.
No obstante, mi mayor desafío era superar el miedo al dolor durante el parto. Esta es una creencia agresiva asociada con el parto: que un bebé tiene que causar dolor o sufrimiento a la madre. Como Científica Cristiana, sentía que mi primer deber era saber que soy el reflejo de Dios, el Espíritu. Esto significa que soy completamente espiritual. Y si el Espíritu no puede experimentar dolor o sufrimiento, entonces, como semejanza del Espíritu, tampoco puedo experimentar dolor o sufrimiento.
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