Una mañana cálida y soleada, estaba sentado en mi jardín de invierno cuando entró volando un abejorro grande. Estaba adentro, pero quería estar afuera. Buscaba una y otra vez una manera de salir al aire libre. Abrí más la ventana, así como la puerta del patio hacia el jardín, y traté de mostrarle a dónde ir.
Pero me ignoró y continuó zumbando contra el cristal de una ventana. No parecía saber cómo buscar otra manera de hacerlo. Así que decidí dejarlo en paz. Esperaba que encontrara su salida pronto.
Pero esa noche, el abejorro todavía estaba allí. Una vez más traté de ayudarlo a encontrar la puerta o ventana abierta. Tenía miedo de que se estuviera cansando de tanto zumbar y zumbar, y realmente quería que se fuera volando de regreso a su casa.
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