Una noche, me quedé escuchando pasos y disparos. Al no haber ningún otro sonido, los ruidos de los chasquidos eran intensos y aterradores. Luego vinieron helicópteros, disparando proyectiles contra las calles vecinas. El impacto sacudió la casa donde me alojaba e hizo vibrar severamente las ventanas sobre mi cabeza.
Había llegado a un país donde el conflicto se estaba intensificando. Los gobiernos aconsejaban a sus residentes que evitaran viajar a este lugar, ya que los incidentes eran graves y frecuentes. Sin embargo, mi esposo había programado varios meses de investigación en esta área. Era necesario estar allí para el progreso de sus estudios, y habíamos decidido hacer el viaje juntos.
Paso a paso mi oración disipó el temor y magnificó la presencia de Dios.
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