Mientras leía sobre los autócratas, la injusticia internacional y doméstica, la división y el racismo, mi opinión acerca de varios líderes políticos era mucho menos que caritativa. “¡Algún día lo pagarán!” Pensé para mí mismo. Era muy fácil criticar a estos líderes.
Sin embargo, el autor de Primera de Juan en la Biblia dice directamente que, si odiamos a nuestro hermano, a quien podemos ver, entonces es imposible amar a Dios, a quien no podemos ver. De hecho, declara que somos mentirosos si decimos que amamos a Dios mientras odiamos a nuestro hermano (véase 4:20). Eso me hirió en lo más vivo cuando me di cuenta de cuánta ira había estado alimentando mis pensamientos. Pero también iluminó el camino que necesitaba recorrer.
Por supuesto, yo no deseaba ser identificado como un mentiroso. Realmente quería, como escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, “algo mejor, más elevado, más sagrado, de lo que proporciona una creencia material en un Dios y un hombre físicos” (pág. 258); una creencia material que pinta una imagen insuficiente e inexacta de la verdadera identidad espiritual de cada uno de nosotros.
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