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Original Web

Confiar en Dios de todo corazón trae progreso

Del número de agosto de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 18 de abril de 2022 como original para la Web.


A lo largo de gran parte de mi vida adulta, parecía enfrentarme al estrés de la escasez financiera. Como madre soltera la mayor parte del tiempo, luché con lo que resultaron ser intentos inútiles de ser autosuficiente. A pesar de que a menudo tenía más de un trabajo, no lograba recuperarme de las brechas en los ingresos debido a múltiples inestabilidades laborales, despidos o fracaso en los negocios. Y a pesar de mis habilidades, talentos y educación, no podía establecerme en una arraigada carrera profesional.

En un momento dado, comencé a estudiar la Ciencia Cristiana y trabajé de vez en cuando durante varios años con distintos practicistas de esta Ciencia. Parecía estar aprendiendo lentamente, en cierta medida, que la provisión en realidad es espiritual —que proviene de Dios— y que toma, y tomaría, formas prácticas mediante las ideas del Amor divino. Comprobé esto en los regalos prácticos de queridos amigos, pero seguía enfrentando inestabilidad económica y abrumadoras facturas. 

Entonces, un practicista, al que estaba llamando por primera vez, me sorprendió diciendo: “Si tuvieras un millón de dólares en el banco, ¿qué harías?”. Le respondí: “No lo sé”. Inmediatamente respondió: “¡Bueno, irías a reclamarlo!”. Supuse que se refería a la abundante y omnipresente provisión espiritual de Dios, y a nuestro derecho inherente a reclamarlo individualmente como Sus hijos, algo que todavía sentía que no estaba haciendo en la práctica.

La razón por la que su metáfora, o comentario intuitivo, me tomó de sorpresa fue que en realidad había un fideicomiso familiar —aunque no de un millón de dólares— que había existido durante más de 25 años desde la muerte de mi padre. Una vez había intentado “reclamar” asistencia y había recibido una cantidad única por una factura, y claramente me dijeron que no volviera a pedir nada más. Aunque la redacción del fideicomiso establecía claramente en el lenguaje legal común que era para la comodidad, el mantenimiento y el apoyo de los miembros de la familia —particularmente las madres— parecía que los términos del fideicomiso realmente no se estaban respetando. Debido a la distancia geográfica y a la falta de dinero, no había podido demandarlo legalmente. 

Continué trabajando periódicamente con este practicista por este problema, sin mencionar nunca el fideicomiso. Pensar en ello solo trajo a la superficie que no estaba disponible para mí y una larga historia de desesperanza, vergüenza, dolor, sufrimiento y falta de comunicación saludable y constructiva entre los miembros de la familia. Durante mucho tiempo, había considerado que el fideicomiso básicamente no existía. 

Logré sobrevivir. A veces, un amigo me ayudaba en el último minuto cuando necesitaba dinero en efectivo dándome, por ejemplo, un certificado de regalo o viniendo a mi casa con comida. Estas expresiones de amor eran para mí una confirmación de la provisión de Dios. No obstante, seguía sintiéndome como una víctima de la escasez monetaria en lugar de experimentar y expresar independencia financiera.

Finalmente, llegué a un punto en que estuve con una creciente deuda en las tarjetas de crédito requerida para las necesidades básicas, sin ahorros, sin trabajo, sin ingresos suficientes del Seguro Social con los que vivir y sin ayuda de los miembros de la familia. Sentí que ya no podía seguir intentando subir por lo que sentía que era una escalera mecánica descendente. 

Fue entonces que hubo un momento decisivo: me entregué y confié completamente en Dios. Tal vez fue un poco como Moisés al recoger la serpiente, que se convirtió en una vara en la que apoyarse (véase Éxodo 4:2-4), o el hombre junto al estanque de Betesda que, cuando Jesús le mandó que recogiera su lecho de victimización, fue sanado y caminó (véase Juan 5:1-9). El miedo a las imágenes materiales amenazantes —en mi caso, de declararme en bancarrota, quedarme sin hogar o vivir en mi automóvil— perdió poder en mi pensamiento y fue reemplazado por la pacífica fortaleza de confiar en Dios incondicionalmente. No fue una derrota, sino más bien una fuerte y sólida sensación de libertad, sabiendo que estaría bien pasara lo que pasara. Lo que ocurrió a continuación fue para mí como un milagro, que, como afirma Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, es algo que es “divinamente natural, pero que tiene que ser aprendido humanamente” (pág. 591).

Hasta el día de hoy realmente no puedo explicar lo que sucedió. Pero después de más de 35 años, el fideicomisario transfirió el fideicomiso a otro banco. Después de este cambio en los bancos, de hecho, al conversar con un pariente le comenté sobre la posibilidad de declararme en bancarrota porque se había vuelto imposible pagar todas mis cuentas mensuales o deudas.

Para mi sorpresa, este pariente habló con mi hermano, quien entonces luchó muy duro para que el fideicomiso y el fideicomisario me ayudaran. Con su ayuda y la de otro pariente, escribí una carta breve solicitando ayuda. Sin ningún esfuerzo de mi parte que no fuera el de mantener la fe, seguir sus consejos y mantenerme al margen, más de lo que yo hubiera esperado se puso en su lugar.

En aproximadamente un mes, el nuevo banco y el fideicomisario leyeron e interpretaron el fideicomiso correctamente, pagaron todas mis deudas y me dieron un pequeño estipendio mensual. Entonces un querido amigo que me había ayudado de vez en cuando falleció y me dejó una herencia inesperada.

Han pasado más de diez años, y hoy me resulta difícil incluso identificarme con esa persona que luchaba o con la experiencia. Sin embargo, batallé por un tiempo con la naturaleza de esta solución. Cuando recibí por primera vez el estipendio regular del fideicomiso, sentí que era porque yo era una fracasada, y junto con la gratitud y el alivio sentía vergüenza. A lo largo de los años, me he dado cuenta de que estoy recibiendo esto debido al amor de mi divino Padre, Dios, expresado por el más elevado sentido de amor de mi padre biológico al establecer este fideicomiso. La condena propia, la humillación y la vergüenza de mi parte han desaparecido. Me siento bendecida como hija de mi Padre eterno y agradecida por el cuidado de mi padre humano.

También siento que esos primeros años de lucha me han bendecido al liberarme de las necesidades que son voluntariamente pequeñas, y el aprecio por una vida sencilla y económica. Diariamente trabajo con gratitud para reclamar y expresar más de mi identidad espiritual y herencia como hija de Dios.  

Estoy profundamente agradecida por el amor y la asistencia de los queridos miembros de la familia que desempeñaron un papel tan importante al abrir prácticamente la puerta para esta continua bendición. Esta experiencia ha traído transformaciones en mi propia actitud y en la de ellos. Cada persona envuelta en esto parece haber sido bendecida con el fuerte sentido de contribuir a llevar a cabo lo que es correcto y volverse más amoroso y menos crítico, lo que nos lleva a sentirnos más unidos como familia.   

También estoy muy agradecida de ser estudiante de la Ciencia Cristiana y tan agradecida por el trabajo de los sinceros, perspicaces y dedicados practicistas de la Ciencia Cristiana, particularmente el que fue tan claro al reclamar nuestra confianza en la abundancia de Dios. El amor y los discernimientos espirituales de esas amorosas personas continúan bendiciéndome hasta el día de hoy.

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