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ARTÍCULOS

¡Alerta, animada, consciente, despierta!

Del número de febrero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 3 de noviembre de 2022 como original para la Web.


El versículo bíblico: “¡Cómo se ha ennegrecido el oro!” (Lamentaciones 4:1) describe exactamente cómo me sentía. La chispa, esa alegría y entusiasmo efervescentes que habían marcado tan vívidamente mi amor por la Ciencia Cristiana e impulsado mi compromiso con su práctica, ahora parecía tan apagada. ¿A dónde se había ido? La Ciencia Cristiana era mi forma de vida. ¿Cómo había perdido mi misión el entusiasmo que la había hecho tan viva? 

Recuerdo que oraba todas las mañanas, tratando de suscitar esta sensación de alegría, pero fue en vano. Luego, en el camino a casa desde el trabajo, recibí la respuesta de Dios de una calcomanía en el paragolpes del auto frente a mí. Decía: “Está alerta. El mundo necesita gente más alerta”. El estrafalario humor era exactamente lo que yo necesitaba. De inmediato, le di gracias a Dios por esa llamada de atención. 

Me di cuenta de que la chispa no se había ido a ninguna parte. Esta fue la manera en que Dios me hizo comprender la necesidad de abrazar, sostener y mantener esta alegría espontánea. ¿Cómo? Estando alerta, animada y atenta a Dios, así como consciente de Él, momento a momento a lo largo de cada día. La totalidad, la singularidad y la bondad de Dios impulsan la chispa, o alegría especial, en nuestra práctica individual de la Ciencia Cristiana. 

En la medida en que diariamente defiendo mi obediencia natural a Dios, permanezco alerta, y estoy aprendiendo que esto no es una tarea, sino el mejor y más importante momento del día.

Vi que no solo necesitaba mantenerme alerta, sino que realmente podía hacerlo. Primero, necesitaba estar animada y alerta a la verdad del ser que Dios me había mostrado en la Ciencia Cristiana; a la verdad de que el Dios perfecto es el único creador y que el hombre perfecto y espiritual (la realidad de cada uno de nosotros) es la imagen misma de Dios. Entonces, necesitaba estar igualmente alerta y consciente de que la diabólica e insidiosa insistencia en que la materia es verdad y negaría la supremacía de Dios es totalmente irreal.

Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, se refiere a este estado de alerta espiritual diciendo que es como estar “vivamente sensible a la verdad del ser” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 275). Ella estaba constante y vivamente consciente de la totalidad y omnipotencia de Dios. También comentó que Jesús era “vivamente sensible a la injusticia, ingratitud, traición y brutalidad de que fue objeto” (Mensaje a La Iglesia Madre para 1902, págs. 18-19).

Tanto el ejemplo de Jesús como el de la Sra. Eddy me ayudaron a ver la importancia de estar animada, alerta y despierta no solo a lo que es verdadero, sino también a lo que no es verdad. Un Estatuto del Manual de la Iglesia titulado “Alerta al deber” (Mary Baker Eddy, pág. 42) destaca la importancia de defendernos a diario contra tales pensamientos agresivos y equivocados. 

Estos pensamientos agresivos no son necesariamente los que te golpean en la cabeza; también pueden venir en forma de un embotamiento sutil, lento e invisible de la inspiración o alegría espiritual que experimentamos cuando olvidamos defender nuestro sentido espiritual. El resultado es que se establece una apatía o complacencia insidiosa. Este Estatuto del Manual nos hace tomar conciencia de la importancia de este deber diario. Es el requisito de Dios, y por lo tanto Dios, el “mostrador”, nos muestra a nosotros cómo podemos cumplirlo, pensamiento por pensamiento. 

Con esta comprensión me vino la determinación de ser un testigo activo de Dios: alerta, animada, despierta, consciente y comprometida a ver solo lo que Dios sabe y ve. Esto Lo entronizaría de tal manera en mi consciencia, que me mantendría constante y sistemáticamente “vivamente sensible a la verdad del ser”. Entonces no sería engañada, atemorizada o incluso frustrada por ninguna pretensión material falsa.

Ahora, esforzarme a diario por obedecer este deber se ha convertido en la máxima prioridad para mí. Y esa chispa que expresa al Cristo, ese regocijo efervescente en la sustancialidad y supremacía del Espíritu, no ha disminuido ni se ha atenuado desde entonces. En la medida en que diariamente defiendo mi obediencia natural a Dios, permanezco alerta, y estoy aprendiendo que esto no es una tarea, sino el mejor y más importante momento del día. Es mi “cita con Dios”, y está llena de alegría.

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