La curación a través de la oración es práctica. Se basa, como cualquier sistema funcional, en leyes básicas y aplicables. Estas leyes se encuentran en la Biblia, y son espirituales y eternas porque tienen su fundamento en el Espíritu, que es el Principio divino, Dios. Dichas leyes nos permiten resolver las cuestiones más importantes de la existencia, tales como aquello que realmente tiene sustancia y lo que simplemente parece ser sustancial.
En la práctica de la oración, la ley del Primer Mandamiento, que dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), es la clave definitoria de la realidad y el cristianismo, con la que diferenciar entre la verdad permanente y los conceptos erróneos temporales.
La Biblia también expone de manera convincente la forma en que el mal engaña, confunde y manipula la percepción humana. La historia de Adán y Eva muestra cómo el engaño —que la serpiente representa— hace presa de la ignorancia (véase Génesis 3). Sin una comprensión firme de que hay un solo Dios —un solo poder e inteligencia— Adán y Eva fueron vulnerables a la sugestión engañosa de que Dios no era todo y a las consecuencias de creer esta mentira. Pero si conocemos y nos adherimos al Primer Mandamiento, la ley de la totalidad de Dios, no somos ignorantes y no podemos ser engañados. Al aplicar la verdad de esta ley fundamental, nos es posible detectar rápidamente una sugestión falsa, y encontrar seguridad y obtener una percepción clara acerca de nuestra salud y nuestra protección.
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