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Original Web

Cómo dar el primer paso decisivo en la curación

Del número de febrero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de octubre de 2022 como original para la Web.


La curación a través de la oración es práctica. Se basa, como cualquier sistema funcional, en leyes básicas y aplicables. Estas leyes se encuentran en la Biblia, y son espirituales y eternas porque tienen su fundamento en el Espíritu, que es el Principio divino, Dios. Dichas leyes nos permiten resolver las cuestiones más importantes de la existencia, tales como aquello que realmente tiene sustancia y lo que simplemente parece ser sustancial. 

En la práctica de la oración, la ley del Primer Mandamiento, que dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), es la clave definitoria de la realidad y el cristianismo, con la que diferenciar entre la verdad permanente y los conceptos erróneos temporales. 

La Biblia también expone de manera convincente la forma en que el mal engaña, confunde y manipula la percepción humana. La historia de Adán y Eva muestra cómo el engaño —que la serpiente representa— hace presa de la ignorancia (véase Génesis 3). Sin una comprensión firme de que hay un solo Dios —un solo poder e inteligencia— Adán y Eva fueron vulnerables a la sugestión engañosa de que Dios no era todo y a las consecuencias de creer esta mentira. Pero si conocemos y nos adherimos al Primer Mandamiento, la ley de la totalidad de Dios, no somos ignorantes y no podemos ser engañados. Al aplicar la verdad de esta ley fundamental, nos es posible detectar rápidamente una sugestión falsa, y encontrar seguridad y obtener una percepción clara acerca de nuestra salud y nuestra protección.

Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Decidir rápidamente cuál es el adecuado tratamiento para el error —ya sea que el error se manifieste en forma de enfermedad, pecado o muerte— es el primer paso hacia la destrucción del error” (pág. 463). Este “primer paso” decisivo es esencial para impulsar y dirigir nuestro tratamiento de una situación difícil y resolverla armoniosamente.

Al percibir rápidamente las leyes aplicables del Espíritu, evitamos dar a “otros dioses” —resistencia, temor, discordia o enfermedad— la oportunidad de dominarnos, o de asumir una historia, poder, causa o existencia genuina fuera del único Dios, el bien. Y aunque necesitamos estar en un estado de alerta constante, ciertamente no necesitamos la ansiedad, la cual puede llevarnos a ver el peligro donde no lo hay y a omitir una advertencia realmente necesaria. La compostura confiada se mantiene mediante la claridad espiritual, no la complacencia descuidada.

La acción decisiva, inmediata y eficaz caracterizó la obra sanadora que Cristo Jesús llevó a cabo e instruyó a sus seguidores a hacer. Esta competente prontitud provino de su decidida obediencia a la ley espiritual. Intuitivamente recurría a una sola fuente, el Espíritu, para reconocer los hechos en cuestión. 

Por el contrario, la ambivalencia o apatía acerca de una situación tiende a dejarnos vacilantes e incluso ansiosos. Estos estados de pensamiento producen temor y confusión en lugar de percibir las ideas tranquilas y constantes que conducen a una toma de decisiones sabia y productiva. 

Cuando, en el estanque de Betesda, Jesús se acercó a un hombre que había sido inválido durante 38 años —y que muy probablemente había dudado entre la esperanza vacilante y la impotente desesperación la mayor parte del tiempo— le dijo directamente: “Levántate, toma tu lecho, y anda” (Juan 5:8). Esta indicación ciertamente no fue una dura falta de atención, sino más bien un hábil y desafiante rechazo de la enfermedad como un poder aparte de Dios, y una afirmación instantánea de la verdad acerca de la imagen y semejanza de Dios. El hombre inmediatamente se levantó y caminó. Al ser despertado por la firme y franca lealtad de Jesús a Dios como el único poder, el hombre fue capaz de dar literalmente el primer paso decisivo.

Cuán maravilloso y fortalecedor es que Dios nos haya dado Su Palabra para que podamos saber rápidamente qué es constructivo, confiable y verdadero. Al pensar constantemente desde esta base, tenemos dominio sobre la vacuidad, la enfermedad, la discordia y el engaño porque utilizamos nuestro sentido espiritual y honramos la ley de Dios. Esta visión clara revela los hechos espirituales allí mismo donde el sentido vacilante, conjetural y material solo puede adivinar qué es real o ser engañado por las falsas apariencias. 

Al percibir rápidamente las leyes aplicables del Espíritu, evitamos dar a “otros dioses” la oportunidad de dominarnos.

Hace algunos años, como miembro del Cuerpo de Conferenciantes de la Ciencia Cristiana, fui invitada por una iglesia en Sudáfrica para dar una charla sobre la Ciencia Cristiana. Esperaba con ansias esta oportunidad de compartir ideas sobre cómo el poder de Dios, el Amor, mantiene a la humanidad a salvo. No obstante, el día de la charla, abrí la puerta para salir del apartamento donde me alojaba, y encontré una serpiente mamba verde que yacía a lo largo del umbral. Las mambas verdes se consideran muy venenosas y tienden a esconderse y a emboscar a sus presas. 

Por un momento me sentí atrapada. No podía ver a mi anfitriona, y no había recepción de teléfono celular para contactarla. Pero luego recordé rápidamente las ideas que me habían inspirado esa mañana mientras leía la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Todos los pasajes que estaban en la Lección se centraban en el poder espiritual del bien para vencer el mal, y esa mañana me había sentido impulsada a estudiar toda la Lección dos veces.

Aunque tenía los tobillos descubiertos, se me ocurrió claramente que podía pasar con seguridad por encima de la mamba. Mientras lo hacía, esta se deslizó, pasó a través de los listones de madera de la terraza y cayó tres pisos hacia el suelo donde desapareció en la maleza; casi como una ilustración gráfica de las palabras de Cristo Jesús incluidas en la Lección que acababa de leer: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). Un obstáculo inesperado y potencialmente peligroso directamente en mi camino se había desvanecido literalmente cuando estuve dispuesta a dar un paso adelante sin miedo. Esta capacidad de avanzar sin temor es lo que Jesús prometió a sus discípulos: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19). Lo mismo es cierto para todos los que siguen al Cristo.

Cuando llegué al lugar de la conferencia, el pequeño grupo de miembros de la iglesia comenzó a expresar su decepción porque nadie había respondido a sus invitaciones a la charla. Algunos incluso sugirieron cancelar el evento. Pero, animada por las ideas de la Lección Bíblica y mi reciente experiencia con la serpiente, me sentí vigorizada para contrarrestar este desaliento con una decisiva expectativa. Acordamos comenzar, y durante la charla, dos grupos separados de transeúntes entraron de la calle, se quedaron a escuchar e hicieron inquisitivas preguntas al final. Los miembros anfitriones estaban encantados y con la esperanza de tener más progreso. La atmósfera cambió por completo.

En ambas situaciones, una expectativa más elevada del bien llevó a que se revirtiera la sensación de sentirse atrapado por los obstáculos. Estas expectativas más elevadas no provenían de las evaluaciones humanas de las situaciones. Fue el Cristo, la Verdad divina, presente en el lugar, lo que elevó el pensamiento y lo liberó del temor o el abatimiento. Cuando enfrentamos dichos obstáculos con una confianza basada en la espiritualidad, se convierten en bendiciones: la verdad de lo que Dios realmente ha creado.

Mediante la Ciencia Cristiana, podemos poner en práctica la comprensión que Dios nos ha dado de la ley espiritual y del poder del Cristo, para navegar con seguridad a lo largo del camino de la vida. Esta Ciencia aborda y resuelve crisis individuales, y tiene una influencia sanadora decisiva en temas como la fragmentación social, las economías estancadas, las injusticias políticas y todas las incertidumbres e inseguridades subyacentes de una frágil existencia material.

No necesitamos alarmarnos si sucesos difíciles parecen frustrar nuestras buenas intenciones. Simplemente significa que nuestra adhesión a la Verdad inmortal está poniendo al descubierto y demoliendo la visión mortal de la vida. Comprometerse de todo corazón con Dios hace salir a la luz el mal y exige nuestro valor, altruismo, previsión y amor. Qué poderosa y confiable propulsión hacia adelante son nuestras oraciones, las cuales nos guían hacia vidas más satisfactorias, mayores oportunidades, una existencia más libre y activa. 

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