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Original Web

“El pensamiento despierto” y la política

Del número de febrero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 7 de noviembre de 2022 como original para la Web.


En este momento, innumerables cosas están en el pensamiento del público, especialmente a nivel político. Muchos asuntos son de larga data. Y como este es año de elecciones, hay algunos que buscan controlar lo que se dice y cómo se responde con fines partidistas. Los tiempos exigen nuestra forma más clara de pensar y la mejor respuesta.

Los Científicos Cristianos son llamados a participar, no tanto de una manera partidista, sino como Científicos Cristianos. Si existe la tendencia a separar en categorías, a tener pensamientos políticos cuando uno considera cosas políticas y pensamientos de la Ciencia Cristiana cuando uno considera “cosas religiosas”, entonces necesitamos recordar lo que podemos hacer al llevar “todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).

¿Qué es el Cristo? El Cristo revela que Dios es la única Mente exclusiva, o Espíritu, y que cada uno de nosotros es una idea espiritual que manifiesta constantemente nuestra identidad definida por Dios. Esta realidad espiritual irrumpió en la historia humana en la vida y obras de Cristo Jesús, quien lo llamó “el reino de Dios”. Y todos los que lo aceptaban, con humildad, podían experimentar su poder para sanar y armonizar la experiencia humana.

Al trabajar para llevar el pensamiento a la obediencia a Cristo durante este ciclo electoral, me ha resultado útil reflexionar acerca de las enseñanzas de Jesús y Juan el Bautista. En un tiempo volátil, Jesús y Juan representaron el final de una era y el comienzo de otra, y la desafiante transición de una a otra. Juan vino valientemente a preparar el camino para lo nuevo, y Jesús reveló lo “nuevo” como un “reino de Dios” ya existente a ser percibido y demostrado.

Juan fue un profeta. A diferencia de otros que reflejaban los estados de ánimo y las opiniones culturales de la época, obtuvo sus convicciones comunicándose con Dios a solas en el desierto, no en las ciudades. Llamó a su nación, Israel, fuera de las creencias y valores prevalecientes de la cultura comunitaria, a tener un encuentro con Dios para ver la comunidad bajo una nueva luz; un autoexamen necesario para el progreso espiritual.

En este tiempo, que precede a nuestras elecciones, en lugar de responder a los problemas desde una serie predeterminada de valores humanos, necesitamos más tiempo de comunión a solas con Dios, reflexionar acerca de las Escrituras y los escritos de Mary Baker Eddy, y dejar que eso alinee nuestro pensamiento y nuestras acciones de acuerdo con el Cristo y los modos avanzados del pensamiento que despierta.

La predicación de Juan hizo que muchos cambiaran su forma de actuar en preparación para la venida del Mesías. Sin embargo, mientras estaba en prisión, cuando escuchó acerca de las obras sanadoras de Jesús, cuestionó que este fuera el Mesías. Juan no realizó curaciones. Refiriéndose a él como un modelo de solidez moral y valor, Jesús dijo: “Entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista”. Pero, agregó: “el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él” (Lucas 7:28).

Jesús no solo llamó a sus discípulos a prepararse para el “reino” a través de la regeneración moral, sino que también les pidió mucho más. Requirió de ellos que, por ser sanadores, declararan que este reino ya presente debe ser demostrado. Contrario al sentido material de que la materia y el espíritu, tanto el mal como el bien, eran reales, Jesús demostró que el Espíritu, solo Dios, es real y el único poder. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras nos recuerda: “Hasta que el hecho concerniente al error —o sea, su nada— aparezca, la exigencia moral no será satisfecha, y se carecerá de la capacidad para reducir el error a la nada” (Mary Baker Eddy, pág. 92).

Jesús también enseñó: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11:12). No se puede forzar el reino de Dios sobre las personas mediante la violencia o el choque de voluntades humanas, cada una buscando dominar todas las demás. Basándonos en el hecho de que hay una Mente —la Mente que es Dios— que nos define y nos relaciona unos con otros, podemos recurrir con confianza a la Mente en busca de nuevas ideas y fundamentos para la cooperación.

Encuentro que es útil comprender que el reino de Dios nunca es una obra en marcha. Ya está aquí como un hecho establecido, listo para ser probado o manifestado.

A menudo, lo que lleva a las personas a los extremos es el temor al cambio: el miedo de que todo lo que ha dado sentido a nuestra vida hasta este momento está desapareciendo y la sociedad se dirige incontrolablemente en la dirección equivocada. Siempre hay cambios, y parecen inquietantes, pero me resulta reconfortante saber que hay una Ciencia que gobierna estos cambios.

Ciencia y Salud nos asegura: “A medida que las crudas huellas del pasado desaparezcan de los senderos del presente que se están disolviendo, comprenderemos mejor la Ciencia que gobierna estos cambios, y plantaremos nuestros pies en terreno más firme” (pág. 224). El Principio de esta Ciencia es divino, y ministra al Amor. Este Amor está aquí; abraza a la humanidad y hace que todo lo que representa el bien sea protegido y mejorado, y comprendido sobre una base espiritual. El bien que la humanidad ha logrado hasta este punto no puede perderse. Al mismo tiempo, este Principio gobernante hace que todo lo que representa el mal sea eliminado. El error de cualquier tipo no puede escapar a esta exposición y eliminación. Llevar cada pensamiento a la obediencia a Cristo planta nuestros pies sobre este terreno más firme.

A menudo, lo que lleva a las personas a los extremos es el temor al cambio. Siempre hay cambios, y parece inquietante, pero a este autor le resulta reconfortante saber que hay una Ciencia que gobierna estos cambios: la Ciencia Cristiana.

Las campañas políticas casi siempre destacan las personalidades porque es mucho más fácil fijar la atención en una personalidad para odiar que explicar aquello de lo que uno está a favor. La Sra. Eddy escribió una vez a un estudiante suyo: “… Piensa que un error no tiene causa alguna. Si es odio o envidia, no pienses en ello como parte de la individualidad, sino solo como error, ilusión, de hecho, nada. Por lo tanto, no hay ninguna persona que lo respalde, y de esta manera separas la cizaña del trigo y nunca pienses en una persona cuando tratas el error, sino solo en el error mismo” (Yvonne Cache von Fettweis and Robert Townsend Warneck, Mary Baker Eddy: Christian Healer, Amplified Edition, pp. 229-230).

En esencia, el odio, o cualquier otro supuesto mal, es una negación del hecho de que el Amor divino está presente y es omnipotente. Por lo tanto, afirmar la presencia del Amor divino, y profundizar nuestro compromiso con él, es la destrucción segura del odio.

Llevar cada pensamiento a la obediencia a Cristo mediante una comunión a solas con Dios más prolongada —al orar desde el punto de vista de la totalidad de Dios para demostrar una realidad espiritual ya establecida, al plantar nuestros pies en este terreno más firme durante los tiempos de cambio, y al enfocarnos en los problemas y no en las personalidades— probará que como Pablo encontró, “Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2 Corintios 10:4, 5, según Nueva Versión Internacional). 

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