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Original Web

Dolor sanado, paz restaurada

Del número de febrero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 31 de octubre de 2022 como original para la Web.


Me gustaría compartir con ustedes cómo la Ciencia Cristiana ayudó a nuestra familia a superar los sentimientos de dolor y pérdida cuando un querido pariente murió. 

El fallecimiento de esta persona creó un sentimiento de tristeza en toda la familia. Sin embargo, algunos miembros de nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, vinieron a visitarnos a casa. Compartimos ideas sobre la inmortalidad del hombre como hijo de Dios y la continuidad infinita de la Vida que es Dios. También afirmamos el hecho espiritual de que nunca podría haber una situación que no esté bajo el gobierno del amor de Dios. Reconocimos que Su amor permanece con todos, incluido mi hermano y las personas que vinieron a mostrar su solidaridad con la familia.

Al final de esa visita con estos miembros de la iglesia, mi familia se sintió consolada y rodeada por los brazos del Amor divino, lo que nos liberó del dolor.

La noche siguiente recibimos a un gran número de personas del barrio que vinieron a expresar sus condolencias. Fue mayormente un acontecimiento pacífico, pero hubo un grupo de jóvenes que, después de un rato, comenzaron a insultar en voz alta a algunos miembros de la familia. Amenazaron con tirar piedras sobre el techo de la casa y romper las sillas en las que estaban sentados.

La situación estaba empezando a caldearse, pero mi familia sabía que no sería útil reaccionar. Recurrimos a Dios en oración para reconocer concienzudamente que sólo hay una Mente, Dios, y que nadie podía estar fuera de esa Mente.

Mary Baker Eddy, la Guía del movimiento de la Ciencia Cristiana, escribe lo siguiente en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Debiera entenderse plenamente que todos los hombres tienen una única Mente, un único Dios y Padre, una única Vida, Verdad y Amor. El género humano se perfeccionará en la proporción en que este hecho se torne aparente, cesarán las guerras y la verdadera hermandad del hombre será establecida” (pág. 467).

Este pasaje expresa claramente que Dios, la Mente divina, es la única Mente y, por lo tanto, la Mente de todos, incluidos los jóvenes del vecindario. Y puesto que Dios es la única Mente, en realidad no puede haber conflictos.

Razonamos que, si bien las acciones de esos jóvenes no eran amorosas, el hecho de que hubieran venido era una expresión palpable de amor. Y este amor nunca podía ser transformado en odio, porque el bien jamás puede producir el mal. Teníamos la certeza de que el amor de Dios llenaba todo el universo y que nadie podía expresar cualidades contrarias a las que venían de Dios, como la alegría de consolar a los demás, compasión y paz.

Finalmente, nos esforzamos por comprender esta verdad: “Tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16). A veces podemos sentirnos tentados a pensar que “nosotros” se aplica sólo a algunos, que sólo los Científicos Cristianos tienen el privilegio de tener la Mente de Cristo. Bueno, cada uno de nosotros tiene la Mente de Cristo. Nadie puede eludir la ley de Dios, y el Cristo es la única influencia verdadera. El Cristo es, como afirma la Sra. Eddy, “la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (Ciencia y Salud, pág. 332).

Siendo este el caso, el hombre, el ser real de cada uno de nosotros, no puede ser influenciado por pensamientos de odio, falta de armonía y discordia. Por lo tanto, era imposible presenciar algo que no estuviera de acuerdo con la identidad espiritual que Dios les ha dado a estos jóvenes.

Mi familia oró junta durante aproximadamente una hora, manteniendo nuestro pensamiento elevado, y ya no prestamos atención a lo que decía el grupo camorrero. Por el contrario, teníamos la certeza de que Dios nunca había creado ningún elemento de discordia, y que Su creación es completa y divinamente perfecta. Como explica Ciencia y Salud, “… esta Mente no crea ningún elemento ni símbolo de discordia y decadencia” (pág. 503).

¡El resultado de esta oración no tardó en llegar! En las horas que siguieron, reinó una gran calma. Los dos miembros más antiguos del grupo vinieron a disculparse sinceramente con mi padre por esos actos perturbadores, y ellos mismos levantaron con alegría las sillas y las colocaron en el lugar correcto. No hubo más interrupciones esa noche o el día del funeral.

Es verdaderamente importante reconocer todos los días que la Mente divina, el Amor, es el único origen de los pensamientos. Esta verdad, que tiene alcance universal, permite comprender más plenamente estas poderosas palabras de la “Oración diaria”, que se encuentra en el Manual de La Iglesia Madre: “… ¡y que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y la gobierne!” (Mary Baker Eddy, pág. 41).

Estoy profundamente agradecido por el amor ilimitado de Dios, la Mente divina. También estoy muy agradecido a Mary Baker Eddy, quien mediante la luz de las enseñanzas de la Biblia —y especialmente las de Cristo Jesús— trajo a la humanidad la Ciencia Cristiana, cuyas enseñanzas son muy prácticas en la vida cotidiana.

Emmanuel Tekila
Kinshasa, República Democrática del Congo

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