Esta carta nos ofrece a cada uno de nosotros un momento de gratitud por nuestra Iglesia y su Fundadora. Participamos juntos en un simple acto: pagar nuestra capitación anual. Pero ese acto es profundo en significado, pues somos obedientes a la letra y al espíritu del Manual de la Iglesia, el cual está “singularmente adaptado para dar forma al pensamiento germinante, rodeándolo de Amor divino” (Mary Baker Eddy, Manual, pág. 104). El pensamiento germinante, rodeado de Amor, naturalmente crece y da como fruto la curación en nuestra demostración diaria de Iglesia a lo largo y ancho del mundo.
Como Científica Cristiana y, actualmente, como Presidenta de La Iglesia Madre, me he preguntado repetida y honestamente: ¿Qué significa ser miembro de nuestra Iglesia como una comunidad de pensadores metafísicos, que nos capacita a todos para discernir la actividad incesante del Amor divino y de nuestros esfuerzos unidos por servir a Dios y, de esa forma, a la humanidad? Me doy cuenta de que la respuesta es siempre un tema de perspectiva. De eso se trata la nueva experiencia de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana en Boston: ¿Cómo ves el mundo?
El tiempo que pasé visitando las exposiciones me inspiró a tener conversaciones con Científicos Cristianos jóvenes de distintas partes del mundo durante los últimos meses. Ellos respondieron honesta y muy reflexivamente esta pregunta. Hemos estado pensando juntos en las diversas definiciones de la palabra mundo. Alguien dijo: “Se refiere al concepto de familia en el sentido amplio que expresa a Dios, el Amor”; otro expresó: “Es también el ambiente exterior y nuestro ambiente interior”.
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