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RELATOS DE CURACIONES

Grave enfermedad vencida, propósito renovado

Del número de febrero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de octubre de 2022 como original para la Web.


Este pasaje de los Salmos me vino al pensamiento cuando recurrí a Dios en un momento en que no estaba seguro de si viviría: “No moriré, sino que viviré, y contaré las obras del Señor” (118:17, LBLA). Era el verano de 2005, y estaba perdiendo la capacidad de asir objetos y experimentaba problemas para caminar. Sentía una debilidad general y la sensación de estar muy mal. A medida que la situación empeoraba, me era imposible ejercer mi profesión como abogado. 

Al haber sido criado en la Ciencia Cristiana, mi instinto fue recurrir a Dios para sanar, aunque tenía mucho miedo. Nunca antes había experimentado algo así. Afortunadamente había tomado la instrucción de Clase Primaria unos años antes, y me comuniqué con mi maestra de la Ciencia Cristiana para que me ayudara con la oración.

En mis oraciones, comencé desde cero para decidir si realmente creía en Dios. Llegué a la convicción de que Dios era real y estaba presente, que el universo no existiría sin Dios, y que Él tenía que ser bueno, no bueno y malo, o el caos terminaría con toda la existencia. Luego, en un momento dado, me hallé decidiendo si debía pedir que me diagnosticaran la condición médicamente. Me llevó tres largos meses, pero llegué a la firme convicción de que no buscaría un diagnóstico; iba a recurrir solo al Espíritu, no a la materia, para que me hablara de la plenitud que Dios me había dado. Este fue un paso crucial hacia adelante.

Recordé las curaciones anteriores. Entre la universidad y la facultad de derecho, tuve una curación de lo que un amigo dijo que era impétigo. Se había extendido por todo mi cuerpo durante un período de meses y era incómodo y doloroso. Finalmente, me di cuenta de que tenía que corregir mi pensamiento acerca de múltiples individuos en mi vida; es decir, alinear mi pensamiento con Dios, el Amor divino. Diligentemente, comencé a vigilar mi forma de pensar, a transformar los pensamientos negativos acerca de los demás en lo que era espiritualmente verdadero acerca de ellos. Sorprendentemente, después de una semana de esta observación mental concienzuda, el problema desapareció, y demostró la conexión directa entre el pensamiento y el cuerpo, como se enseña en la Ciencia Cristiana. 

Pero me pareció que esta enfermedad estaba en otro nivel de dificultad. Mi esposa, Kris, quien también es Científica Cristiana, fue inquebrantable en su apoyo y no tuvo ningún temor durante este tiempo. Siempre estaré agradecido por su ayuda y las oraciones dedicadas de los demás.

A pesar de lo grave que parecía mi estado, continué orando con diligencia, negando la realidad de la enfermedad y recibiendo verdades espirituales. Leí de la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, constantemente; incluso todo Ciencia y Salud varias veces. Dos pasajes relacionados que a menudo consideraba de estos libros eran: “Negociad con esto hasta que yo regrese” (Lucas 19:13, LBLA), y “La paciencia debe [tener] su obra completa” (Ciencia y Salud, pág. 454). Estas citas me animaron a mantenerme diligentemente firme, y me negué a ceder a la mentira de la enfermedad y  afirmé con persistencia la verdad espiritual. 

Cada mañana, Dios me sostenía con gracia con un pensamiento angelical que me ayudaba a pasar el día. Al principio, pegaba estos pensamientos en el espejo de nuestro baño, y luego comencé a escribirlos en un diario donde también anotaba tratamientos de la Ciencia Cristiana para mí. 

Un pensamiento con el que trabajé con frecuencia fue la profunda verdad de mi perfección como idea de Dios. Comprendía cada vez más cuán importante es declarar nuestra perfección espiritual y que orar desde un punto de vista absoluto es lo que realmente trae curación. Así como el número ocho, por ejemplo, nunca varía ni pierde su perfección e integridad únicas, yo tampoco podía perder mi perfección como idea de Dios, el bien. La Sra. Eddy escribe en La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea: “La Ciencia Cristiana es absoluta; no está detrás del punto de la perfección ni avanzando hacia él; está en ese punto y desde él se debe practicar” (pág. 242).

Llegué a darme cuenta cada vez más de que vivía en el Espíritu, no en la materia, y que la enfermedad es solo una falsa imagen mental proyectada en el cuerpo. A veces, escuchaba a Dios hablándome directamente en mi pensamiento. Un día estaba acostado en la bañera, sintiéndome tan enfermo que ni siquiera quería abrir los ojos, cuando escuché: “No estás en peligro”. Sabía que este pensamiento era de Dios, ya que yo nunca lo expresaría de esa manera.

Muchos desafíos surgieron durante esos meses, no relacionados con este desafío de salud, que amenazaron con abrumar mi pensamiento. Uno de estos problemas fueron los retrasos aparentemente interminables de la remodelación de nuestra casa. Sin embargo, con la ayuda de Dios pude elevarme por encima de la frustración y el estrés, y finalmente bendecir a los involucrados en el trabajo. 

El carpintero principal del proyecto, quien fue una causa importante del retraso, me confió, poco antes del Día de Acción de Gracias, que no había sabido nada de su hija adolescente en más de seis meses. Dijo que no tenía idea de dónde vivía ni cómo comunicarse con ella. Le dije que yo oraría. Sabía que las ideas de Dios nunca se pueden separar, que su hija podía escuchar la voz de Dios y que una idea del Amor jamás se puede perder. El día de Acción de Gracias, la hija del carpintero lo llamó y restablecieron el contacto entre ellos . Él quedó muy agradecido y reconoció que mis oraciones habían dado resultado.

También pude finalmente abandonar todo resentimiento persistente hacia mi ex colega de la firma de abogados, quien en un momento dado había sido mi mejor amigo. Unos años antes, él había terminado abruptamente nuestra asociación legal de 13 años sin mi consentimiento, y yo me había sentido traicionado. Oré fervientemente para perdonarlo, y un día, sentí un sentido indescriptible del amor de Dios por él y por mí. Aproximadamente en la misma fecha, me dejó un mensaje de correo electrónico disculpándose.

Aprendí a confiar en Dios cada vez más. En una ocasión, antes de acostarme, sentí que quizá no pasaría la noche. Recuerdo que entregué todo mi ser a Dios y confié en Él con todo mi corazón. Me desperté por la mañana sintiéndome mejor y pude confiar aún más en el Amor divino a partir de entonces. Un pasaje de Ciencia y Salud sobre el que reflexioné resume el efecto de esta creciente confianza: “Cuando llegamos a tener más fe en la verdad del ser que en el error, más fe en el Espíritu que en la materia, más fe en vivir que en morir, más fe en Dios que en el hombre, entonces ninguna suposición material puede impedir que sanemos a los enfermos y destruyamos el error” (pág. 368). 

Dos días después de Navidad, mientras oraba, de repente me sentí a salvo. Me embargó la sensación de que todo estaba bien. Para entonces, había llegado al punto de que, independientemente de los síntomas que se presentaran, no me sentía impresionado. Al principio, la situación física era la misma, pero sabía que la curación había tenido lugar en el pensamiento. Una vez que se rompió el temor, la enfermedad no tenía fundamento y todo vestigio de ella se desvaneció gradualmente. 

Continué orando, y cuando los síntomas parecían reaparecer, volvía a esa reconfortante sensación de estar a salvo en Dios. Me sentía cada vez mejor, y unos cuatro meses después de experimentar este claro cambio en el pensamiento, sané completamente. Estaba maravillado. Me convencí de que cualquiera puede ser sanado de cualquier problema en la Ciencia Cristiana. 

Pero la curación física fue solo una parte de esa promesa de los Salmos que resultó ser cierta en mi experiencia. También experimenté un propósito renovado. No mucho después de mi curación, la persona que supervisa el trabajo institucional de la Ciencia Cristiana en las prisiones estatales y federales de Texas me pidió que reiniciara el comité institucional del área de Houston. El comité se reinició, y durante muchos años desde entonces, a través del trabajo de miembros dedicados del comité, numerosas curaciones y bendiciones han resultado a medida que los reclusos han aprendido de su bondad innata como hijos de Dios.

También participé en la enseñanza de la Escuela Dominical de nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, donde serví como superintendente de la Escuela Dominical, y más tarde, me desempeñé dos veces como Primer Lector durante varios años. Realmente fui renovado y capacitado para contar “las obras del Señor”.

La Ciencia Cristiana es el Consolador prometido que puede satisfacer cualquier necesidad, sin importar cuán severa sea. Estoy verdaderamente agradecido.

Jeffrey Gresham Tinkham
Houston, Texas, EE.UU.

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