El amor de Dios por Sus hijos es ilimitado; por lo tanto, hay posibilidades ilimitadas a la mano para que recibamos Sus bendiciones. Eso puede parecer difícil de entender en tiempos difíciles, pero mi esposo y yo tuvimos una hermosa prueba del cuidado y la provisión de Dios, a pesar de las restricciones impuestas durante la pandemia.
Después de ser “aves migratorias” durante muchos años, hace un tiempo decidimos que era hora de vender nuestra casa en el norte y vivir en un clima más cálido todo el año. El mercado de la vivienda estaba débil, pero tuve la intuición espiritual de preparar la casa como si no fuéramos a regresar cuando nos dirigiéramos al sur a pasar el invierno.
Estábamos al tanto de las estadísticas, que solo un porcentaje muy bajo de compradores viene como resultado de una jornada de puertas abiertas para que visiten la casa. Sin embargo, como resultado de la oración obtuvimos una directiva silenciosa y decidimos hacerlo tres veces. He recurrido a Dios en busca de guía toda mi vida y he aprendido que la oración consiste en estar dispuesto a escuchar, tener la profunda confianza en que los mensajes de Dios pueden recibirse claramente y son prácticos.
Durante nuestra segunda jornada, oré desde la perspectiva de que el hogar no es realmente un lugar físico, sino un sentido espiritual del ser, la consciencia del Amor divino. El hogar es conocer y sentir el consuelo, la paz y la alegría de la presencia de Dios.
Me sentí profundamente inspirada a reconocer que el Alma, otro nombre para Dios, pone en evidencia el aspecto artístico de Dios. Tanto mi esposo como yo habíamos trabajado en arte, diseño y arquitectura, y hecho mejoras en nuestra casa y el jardín para expresar belleza.
El día que abrimos nuestras puertas, una pareja hizo una oferta del precio completo, pero necesitaba tiempo para vender su casa, la cual estaba en un terreno muy deseado por un importante promotor inmobiliario. Dijeron que tomaría un año. Otra visitante nos dijo que le encantaba la casa, pero que no estaba lista para comprarla. Firmó el registro y se fue.
Durante los siguientes dos años, nos mantuvimos pacientemente en contacto con el oficial de zonificación con respecto a todas las aprobaciones para hacer el acuerdo de tierras con nuestros compradores. Finalmente, el acuerdo de la pareja estuvo listo. Llamamos para confirmar y nos dijeron que la situación había cambiado, y que, después de todo, no podían seguir adelante con la venta.
En lugar de sentirme decepcionada y preocupada, seguí confiando en Dios. La voz callada y suave de la Verdad me dijo que no tuviera miedo, que habría otra respuesta. Y precisamente al día siguiente recibimos una llamada telefónica inesperada de la otra parte interesada que había asistido a la jornada de puertas abiertas dos años antes. “¡Ahora estoy lista para comprar!”, exclamó. “¿Están dispuestos a vender? Por favor, no le vendan su casa a nadie más”. Luego llegó la pandemia, con las consiguientes restricciones y confinamientos. Era necesario sacar un préstamo, y las perspectivas de obtener una tasación de la casa de manera oportuna eran sombrías.
La oración estabilizó nuestro curso al declarar cada día que una idea correcta tiene el respaldo del poder de Dios. Cuando el temor o la duda se infiltraban, reflexionaba sobre una declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “¿No oyes a toda la humanidad hablar del modelo imperfecto? El mundo lo está manteniendo ante tu vista continuamente” (pág. 248). Este fue un recordatorio de que debía mantener el modelo perfecto de Dios a la vista; que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). Oré para ver que todo lo que era real debe continuar apareciendo de la única fuente inagotable: el Amor divino.
Nuestra asociación de propietarios cooperó, y permitió el acceso a contratistas y empresas de mudanzas; cada uno respetó las pautas establecidas. El banco aprobó repentinamente el préstamo sin necesidad de acceder a la propiedad para una tasación. La familia, los amigos y los profesionales que ayudaron con la mudanza hicieron posible un cierre exitoso de la venta, y demostraron cómo la ley divina de la armonía siempre está en operación.
La compradora me llamó para agradecerme por lo que ella vio como la hercúlea tarea de hacer todo. “No habría sucedido sin ti”, dijo. Pero con un corazón lleno de gratitud, yo sabía que era posible con Dios. Para mí, este resultado armonioso fue una maravillosa evidencia de Su amor.
Cualquiera sea el problema que necesitemos resolver, nuestro Padre celestial siempre está presente, siempre revela Su infinita bondad, y nada puede impedir que recibamos Sus bendiciones.