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Original Web

Incidente en la autopista provoca profundo estudio y curación

Del número de febrero de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 10 de noviembre de 2022 como original para la Web.


Hace un par de años, de camino a casa después de una conferencia de la Ciencia Cristiana, el tráfico en el que estaba en una concurrida carretera interestatal se detuvo. Al mirar por el espejo retrovisor, vi que el camión que venía atrás no se detendría a tiempo. De inmediato, dejé de mirar el espejo y dije en voz alta: “¡No! ¡No hay accidentes en el reino de Dios!”. Mientras mi auto era chocado y lanzado a la medianera, evitando colisiones con otros vehículos, pero volteándose y luego cayendo hasta detenerse, estuve afirmando una y otra vez: “Estoy a salvo bajo el cuidado de Dios en este momento”. 

Me encontré sentado en el techo dentro del auto dado vuelta, con un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy a mi lado. Tomé el libro y salí por la ventana trasera mientras la gente me ofrecía su ayuda. Llamé a mi esposa y a mi madre para que me apoyaran. Mi madre, que se dirigía a su casa después de la misma conferencia de la Ciencia Cristiana, me aseguró que estaba bien y que nunca había estado fuera del cuidado de Dios.

Los socorristas llegaron rápidamente al lugar para ayudar. Hicieron su trabajo examinándome, demostrando un gran amor y bondad. Gentilmente me negué a ir a la sala de emergencias, explicando que quería ir a casa con mi familia.

Cuando llegó mi esposa y comenzamos a conducir a casa, oramos para saber que Dios tenía el control y continuamos afirmando que no hay accidentes en el reino de Dios. Yo estaba rígido y adolorido, también temeroso de las posibilidades de “qué pasaría si”, y sabía que tenía que tomar una decisión en términos de a dónde acudiría para sanar. 

La decisión fue muy clara para mí. Sabía que el tratamiento de la Ciencia Cristiana era minucioso y permanente, y quería apoyarme en esta Ciencia. Sin embargo, sentí que mi comprensión de Dios quizá no era lo suficientemente fuerte. Anhelaba comprender mejor a Dios y mi relación con Él como Su hijo. Fue entonces que comencé un estudio profundo de la Ciencia Cristiana.

En casa, llamé de inmediato a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara. Comenzamos a trabajar con la siguiente premisa que afirma Ciencia y Salud: “La comprensión a la manera de Cristo del ser científico y de la curación divina incluye un Principio perfecto e idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base del pensamiento y la demostración” (pág. 259). Me gustó la idea de que ya soy espiritual y perfecto, creado por Dios a Su imagen y semejanza como afirma el primer capítulo del Génesis. No necesito tratar de alcanzar la perfección o la integridad y la salud; más bien, ese es mi estado inherente y punto de partida.

Oré para tener una mejor comprensión de lo que soy y cómo Dios me creó. Comencé buscando la definición de hombre en Ciencia y Salud. La definición afirma que como este hombre espiritual todos somos “la compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espirituales de Dios; la representación plena de la Mente” (pág. 591). 

Decidí enumerar las cualidades que Dios expresa en mí: fidelidad, fuerza, capacidad, firmeza, comprensión, flexibilidad, movilidad, salud y plenitud. Afirmé que estas cualidades que Dios creó me definen más que el físico. Por ser la “representación plena de la Mente” soy sano y completo. Por lo tanto, no puedo ser quebrantado, fracturado o separado de Dios de ninguna manera.

A partir de ahí, anhelaba saber más acerca de Dios, sentir la presencia de Dios y comprender Su grandeza. Una vez más, recurrí a Ciencia y Salud y estudié esta definición: “El gran Yo soy; el que es todo-conocimiento, todo-visión, todo-acción, todo-sabiduría, todo-amor, y es eterno; Principio; Mente; Alma; Espíritu; Vida; Verdad; Amor; toda la sustancia; inteligencia” (pág. 587). 

Mientras pensaba en la grandeza de Dios, percibí la abrumadora sensación de la presencia de Dios que me decía: “Siempre he estado aquí, todo el tiempo. Jamás nos hemos separado ni por un momento”. Me di cuenta de que cuando tenía esas vislumbres, buenos sentimientos o pensamientos inspirados, eso era realmente Dios hablándome, guiándome y consolándome. Mis temores estaban cediendo a la confianza, y comencé a sentir que mejoraba físicamente. 

Una semana más tarde, para cumplir con el seguro, me aconsejaron que fuera a un centro médico para que me revisaran. Así lo hice y visité a un médico, que me hizo algunas pruebas. 

Cuando llegué a casa, recibí una alarmante llamada del médico, quien dijo que necesitaba ir de inmediato a la sala de emergencias. Dijo que se trataba de una situación grave; que tenía una fractura comprimida en el cuello. Luego hizo predicciones aterradoras sobre lo que podía suceder si no me trataban.

Fui a la sala de emergencias sintiéndome bastante asustado, y oré para calmar mi pensamiento. Mientras esperaba que tomaran y evaluaran las radiografías, y me sometía a otras pruebas, oré con el Padre Nuestro que nos dio Cristo Jesús, ya que Ciencia y Salud lo describe como la “oración que cubre todas las necesidades humanas” (pág. 16). También me pareció útil estudiar la interpretación espiritual de la Sra. Eddy de esta oración, incluso lo siguiente: 

Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal;
          Y Dios no nos mete en tentación, sino que nos libra del pecado, la enfermedad, y la muerte
(Ciencia y Salud, pág. 17) 

Oré para saber y comprender que Dios nos está protegiendo a mí y a otros del aparente dominio del mal. Dios nos está liberando y elevándonos por encima de las creencias mortales. En pocas palabras, estaba trabajando para saber y comprender que toda esta experiencia, rotulada como peligrosa e hiriente, “jamás sucedió”, que era algo sobre lo que el practicista y yo habíamos hablado en nuestra primera llamada. 

Poco después, llegó un médico, y recuerdo que dijo: “Estás estable”. Explicó que algunas vértebras dañadas se habían fusionado de nuevo y sentía que no estaba en peligro. Me embargó una gratitud muy profunda porque podía sentir todo el conocimiento, toda la acción, la omnipresencia y el poder de Dios. Pensé: “Estabilidad es definitivamente una palabra que agregaré a la lista de cualidades espirituales que incluyo como expresión de Dios”. 

Mi estudio y oración no se detuvieron allí. Pude tomarme varias semanas libres del trabajo y aproveché este tiempo para profundizar totalmente el estudio de Ciencia y Salud, continuar sintiendo la presencia de Dios y comprender que el mensaje del Cristo siempre está en operación. También leí una biografía titulada Mary Baker Eddy: Christian Healer por Yvonne Caché von Fettweis y Robert Townsend Warneck. 

Unos meses después del incidente, pude navegar en aguas bravas y estar muy activo sin ningún problema o efectos secundarios. También asistí a la instrucción de clase con el practicista (que también es maestro de la Ciencia Cristiana y me ayudó durante esta experiencia). 

Han pasado más de dos años desde que tuvo lugar esta curación. Estoy completamente libre y capaz de moverme con facilidad. 

Jeffrey S. Peake
Harrisonburg, Virginia, EE.UU.

 

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