Tenía visitas en casa. Era verano, y fuimos a recoger cerezas. De pronto, comencé a experimentar un dolor interno, pero no pensé mucho en ello porque estaba disfrutando del hermoso día. Pero esa noche las cosas empeoraron, y a la mañana siguiente apenas pude levantarme de la cama.
Me quedé acostada para orar. Mientras me preguntaba cuál era el problema, todo tipo de pensamientos sombríos me tentaban a tener miedo. Fue entonces que decidí llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo. Ella compartió algo que era una luz en la oscuridad: “El poder de la Ciencia Cristiana y del Amor divino es omnipotente. Es de veras adecuado para liberar de la sujeción de la enfermedad, del pecado y de la muerte y destruirlos” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 412).
Me aferré a la idea de que el Amor divino, Dios, estaba conmigo y podía liberarme del dolor. Sabía por muchas otras curaciones que había tenido en la Ciencia Cristiana que, aunque este problema parecía muy físico, la verdadera naturaleza era mental. Para mí, esto significaba que necesitaba superar los pensamientos oscuros y temerosos con los que estaba lidiando. Así que oré y le pedí a Dios que me despertara para sentir más de la presencia del Amor divino. Y escuché atentamente. Sabía que Dios siempre me habla de maneras reconfortantes que me ayudan a seguir adelante. También le pedí a Dios que me ayudara a verme a mí misma como mi creador me había hecho y me conoce: íntegra, espiritual y libre.
Seguí aferrándome a la idea de que el Amor divino estaba conmigo y era todopoderoso. Le di gracias a Dios por poder liberarme de la sujeción que el miedo y el dolor parecían tener sobre mí. No sabía exactamente cómo iba a liberarme, pero confiaba en que el Amor sí lo sabía, porque la naturaleza del Amor es amarme, y yo sentiría este amor.
Escuché la clara indicación de ponerme de pie y disentir con el temor. Sabía que esto significaba que podía tomar una posición firme en el pensamiento y no estar de acuerdo con el miedo. Fue un mensaje suave pero firme del Amor divino, e inmediatamente me di cuenta de que podía obedecerlo. Al negarme a aceptar el temor, este comenzó a disolverse. Y el dolor desapareció. Al término de la mañana, incluso bajé las escaleras sin ningún problema. Pensé que ese era el final del problema.
Sin embargo, varios meses después volví a enfrentar un dolor interno y sugestiones sombrías. Durante este período había muchos pensamientos de temor sobre la muerte dando vueltas en el mundo. Pero vislumbré la verdad de que el miedo no me pertenecía, aunque todavía necesitaba ver que los pensamientos oscuros no tienen poder real sobre mí ni sobre nadie porque Dios, la Mente divina, no es el creador del temor. Dios me da a mí y a cada una de Sus ideas pensamientos constructivos y llenos de luz que nos guían fuera de la oscuridad y hacia la luz de la curación. Nuevamente llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo.
Vi claramente que estas temibles sugestiones provenían de la mente carnal, una supuesta mente opuesta a Dios, como dice la Biblia (véase Romanos 8:7). Pero la verdadera Mente, la única Mente real, es Dios, y esa Mente es el Espíritu divino, y todo el bien. Los pensamientos sombríos insisten en que somos víctimas vulnerables a las enfermedades. Pero esto es imposible con Dios, quien nos hizo a cada uno de nosotros y nos guarda y cuida.
Pensé en el mensaje angelical de Dios que me había rescatado meses antes. Ese mensaje de “ponerme de pie” era exactamente lo que necesitaba en este momento también. Mentalmente enfrenté el miedo y supe que el Amor divino destruye completamente las mentiras acerca de nuestra verdadera identidad, porque Dios, el Amor, también es la Verdad. Confié en el Amor y la Verdad para destruir el temor y el dolor.
En poco tiempo, el temor y el dolor retrocedieron, y me liberé por completo. No he vuelto a tener este problema.
Mary Baker Eddy escribe: “Por medio de la palabra que os es hablada, sois liberados. Permaneced en Su palabra, y ella permanecerá en vosotros; y el Cristo sanador se verá manifestado en la carne nuevamente —comprendido y glorificado” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 154).
Eso es lo que me pasó a mí. Permanecí en la Palabra de Dios. Me quedé con la verdad que Dios me dio la primera vez que oré sobre esto, y la verdad me liberó permanentemente. Estoy agradecida por la Palabra de Dios expresada en las enseñanzas y curaciones de Cristo Jesús, y en toda la Biblia. Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana me ayudan a ver cuán práctica y poderosa es la Palabra de Dios en cada aspecto de mi vida.
Alexis Deacon
Portland, Oregon, EE.UU.