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Original Web

Protección divina en la carretera

Del número de enero de 2024 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 30 de octubre de 2023 como original para la Web.

Original en español


Desde hace aproximadamente dos años, el tráfico dentro y alrededor de la ciudad donde vivo ha aumentado considerablemente, en especial el tráfico de motocicletas. Los motociclistas siempre parecen tener mucha prisa.

Un miércoles por la tarde, mientras conducía con una amiga a una reunión de testimonios de la Ciencia Cristiana, giré hacia la izquierda en una calle con la entrada a un área de estacionamiento público.

A mitad de la calle, se me ocurrió mirar a la izquierda. Para mi gran asombro vi una motocicleta que venía directamente hacia mi puerta. El conductor ya estaba tan cerca que parecía inevitable una colisión.

Detuve mi vehículo de inmediato e instintivamente presioné mis manos abiertas contra la ventana del automóvil, en lo que parecía ser un esfuerzo por detenerlo. El motociclista logró detenerse justo a tiempo, evitando una colisión. Cuando bajé la ventanilla para mirar al motociclista, que estaba tan cerca que casi podía tocarlo, me encontré con un joven, que bajó la cabeza, se cubrió la cara con las manos y luego las levantó, me sonrió y dijo: “Todo está bien”. No se intercambiaron otras palabras, y cada uno siguió su camino.

Mi amiga no vio al motociclista hasta que detuve el auto, y más tarde dijo que cuando vio mis manos en la ventanilla, ella supo que el impulso y capacidad para que yo actuara tan rápidamente, impidiendo el choque, solo pudo haber venido de un poder superior.

Lo maravilloso de esta experiencia es que, en las semanas anteriores, había estado orando por el tráfico en la ciudad, y había estado afirmando específicamente que Dios nos gobierna a todos. Oré para saber que Él no nos permite dañar a nadie con nuestros vehículos, ni permite que nadie nos dañe con los suyos. La Ciencia Cristiana enseña que “los accidentes son desconocidos para Dios” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 424), y yo sabía que esto era así.

Mi amiga estuvo de acuerdo en que todos fuimos guiados divinamente y habíamos sido testigos de la protección de Dios.

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