Con su característica visión espiritual, la Guía de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, enseña que el yo mortal, o personalidad, es responsable de nuestros problemas. Y señala la solución al afirmar: “Impersonalizar científicamente el sentido material de la existencia —en vez de aferrarse a la personalidad— es la lección de hoy” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 310).
La Ciencia Cristiana acepta la verdad bíblica de que el hombre no es carne y hueso, sino la imagen y semejanza espiritual del único Dios infinito, la Mente divina. Su identidad se expresa en cualidades divinas como la inteligencia, el amor, el altruismo, la bondad, etc. Por el contrario, la aparente personalidad material expresa el pensamiento mortal, una forma de pensar no espiritual que la Biblia dice que resulta en pecado, enfermedad y muerte. Por esta razón, la personalidad material, o el “viejo hombre” como lo llama San Pablo, necesita ser despojada y reemplazada por la verdadera identidad del hombre, el hombre “nuevo” (véase Colosenses 3: 9, 10), reconocible a través de la oración como nuestra identidad a semejanza del Cristo.
La palabra latina persona puede referirse a una máscara utilizada en el teatro romano. De la misma manera, la personalidad material enmascara al hombre de la creación de Dios, presentándonos como mortales con rasgos y hábitos materiales heredados. Una supuesta mente material constituye esta identidad mortal irreal. Refiriéndose a esto, la Sra. Eddy dice: “La mente mortal ve lo que cree tan ciertamente como cree lo que ve. Siente, oye y ve sus propios pensamientos” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 86).
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